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24 marzo 2011

Negro (Mike Peragón)




(como buen géminis, Miguel ha dado la vuelta a "Blanco")

Negro, Mike Peragón


Negro. Negro es el lienzo en que se dibujan estrellas. Donde la noche teje sus telas de lentejuelas para vestir tu cuerpo de gala.
Negros son los sueños, porque negro es lo último que vemos cada noche. Negro es tu tacto sin el blanco de las luces apagadas. Aunque resplandeces aún en mi cabeza.
Negro sin duda, cada aliento y cada escondrijo de tu cuerpo y de tu mente, donde pretendes esconderte para no ser vista.
El tizón que desprende la piel del carbón es negro. Negro porque arde, con pasión, y si quieres, con desenfreno. Por eso mis sentimientos son negros. Porque la pasión me arde y me consume, remueve las brasas y a veces, provoca astillas. Pero arde, que es lo importante.

Negro también es el miedo, pero aún así es un sentimiento, por eso yo soy negro. Porque temo no ser negro.
Negro es vacío, y aunque sólo la luz puede confirmar su existencia, el negro siempre cerrará los ojos, necio, para no quedar deslumbrado.

21 marzo 2011

Blanco




Blanco. De blanco, como debe ser. La suma de los colores que es nada. O todo. Blanco que traspasa el rocío, que empaña la primavera, que es templado al roce. Blanco radiante, inmaculado, perfumado por sonrisas y besos que adormecen en la noche, que te animan a soñar. Jazmín, agua de limón, vainilla y canela. Todo puro, brillante, caluroso. Sin sudor, blanco que abraza sin escarcha, que acomoda la manta para que entres, te acurruques, me digas que el florero te gusta. Blanco, un florero blanco que nos protege de los otros, de la noche insonora, del no querer despertar porque se está muy a gusto y no es necesario ganar dinero aunque sí lo es porque de algo hay que vivir. Vidas que suenan a espuma de mar, a pompas de jabón. Sábanas recién limpias, que huelen a suavizante y a crema de manos. Blanco de fondo de pantalla, donde escribo, poco a poco, sin pensar demasiado, la temperatura de tu piel cuando me acurruco, cuando tiemblo, cuando me entra sueño y solo con tu respiración puedo acompasar la mía. Un mismo fuelle que nació aquella noche de julio, sin patos y algo de fresco.

Paredes blancas, que se van llenando de relojes, de recuerdos, de fotos con sol de fondo. Paredes de azúcar y manzana, de harina mojada, que las puedes acariciar sin dejar de escribir cada palabra que te describe. Palabras que no huelen, que escuchan en silencio los pensamientos previos a una cena sencilla; pero necesaria. Palabras -que sin ser blancas- graban mis horas en tu libreta, en la mía, sobre la almohada, bajo el florero, dentro de las paredes, bien abrigados por la misma sábana, esa que lavamos porque de tanto amar se nos ensucia y nos gusta oler a suavizante. ¿O quizá a blanco?

Besos inmaculados, de rocío; puros y que calientan en la mañana. Besos de mar en calma, de pasta que se escurre humeante sobre el fregadero. Besos: los que anhelo de tus labios al tiempo que fundo estas palabras sobre el blanco de mi pantalla.

18 marzo 2011

Parpadeos - 58 (Zambullida)




El agua debe estar helada. Unos cuantos escalones más. Muchos. Segundos son los que me separan de la piscina. El agua me va a erizar la piel. Frío. Ya lo siento en la planta de mis pies, en mis muslos, en los pechos al aire, en la nariz. Un descansillo. El agua de la piscina forma ondas suaves. Mis pezones duelen. Pero todo aquello es divertido. Claro que lo es. Al menos mientras lo pienso, antes de bajar y, por supuesto, mucho antes de zambullirme dentro. El agua, como sorbete de limón. Otro escalón. No queda demasiado. El talón debe estar congelado. Será solo al principio. Luego nadaré. Mucho. Estoy desnuda. Sonrío. La piscina está desierta. Todas las mañanas lo mismo, bien prontito, para que nadie se escandalice. Casi he llegado. Mi madre cree que duermo. Yo misma creo que estoy sola en el pabellón. El agua deberá estar helada, no me cabe la menor duda. Me meteré de cabeza, con los pechos desnudos, bajo el objetivo de una cámara que no deja de fotografiarme, como todas las mañanas, mi descenso hacia la piscina.

15 marzo 2011

Vidas en sueño - 77 (Desmontando Madrid)




Avanzo por la Gran Vía con dirección a Plaza de España. Es una tarde de octubre filtrada por las nubes del horizonte. El humo lo tapa todo: bocacalles, sonrisas, pensamientos, libros y vehículos. Atardece sobre la Gran Vía. Cada paso que doy me aturde, me equivoca; así, pienso que voy paseando por el Paseo de la Castellana con el tráfico en plena hora punta de la mañana; en otros momentos, la calle de Concha Espina, la calle de San Bernardo, la calle Príncipe de Vergara en el cruce con la de María de Molina. En todos mis paseos virtuales me siento dilapidado por el hormigón de los cimientos, por el gris apagado de las fachadas; por la mierda de paloma. Humo sobre la Gran Vía.

A lo lejos, en mitad de la bajada, veo una parte del edificio Torre de España. Un trozo que bien podría ser cualquier otro trozo de vete tú a saber qué fachada anónima de Madrid. Humo y asfalto en octubre. Poco asfalto para demasiado humo; ¿o son nubes? Trozos de ciudad que creo andar, y ahora no estoy en la Gran Vía porque intento cruzar el paso de cebra que hay en un punto indeterminado de la calle Serrano. Los árboles de El Retiro son de papel. Las nubes han empañado Madrid. ¿O soy yo que estoy confundido entre balcones de otro siglo?

Humo, calles sin fin que se unen en un monólogo, pájaros oscuros, nubes, silencio, ruido. Un sabroso pensamiento de huida en un puzzle que procuro dejarlo tal cual, fragmentado, bajo custodia del tiempo, que todo lo empaña. Ya no avanzo. Ya no rodeo este perímetro. Ya no atardece, porque el tiempo nunca existió. Los coches avanzan a golpe de bocina; los peatones, a golpe de nómina a fin de mes y da gracias si no te han bajado el sueldo con el jodido IRPF. Freno. La Gran Vía mantiene el ritmo de noria. Freno y monto, pieza tras pieza, una calle sin urbanizar, camino, Dios quiera que sea así, a la ausencia de puzzles: alquitrán, cemento y nubes bajo la tierra.

11 marzo 2011

Parpadeos - 57 (Sin sentido)




Hasta hace un par de siglos, en el treinta y cinco, el hombre olía, saboreaba, era sensible al tacto. Eso es lo que podemos leer en las enciclopedias virtuales de historia. Hoy en día nos limitamos a observar y a escuchar. Hay casos, excepciones de la naturaleza, capaces de percibir lo que nos rodea con los cinco sentidos. Los llamamos escritores. Se dedican a inventar historias de mares que huelen, banquetes donde todo lo servido es delicioso, caricias que hacen estremecer los cuerpos. Y aunque la gran mayoría de ellos son unos farsantes, es muy complicado diferenciarlos. Se quejan siempre de las mismas cosas: del tufo de las ciudades, de los alimentos insípidos, del sexo con robots.

10 marzo 2011

Parpadeos - 56 (Telefantasía)




Treintañera y cansada de ligar en el mismo bar de copas. No tenía nada que perder. Se creó una cuenta en una página de contactos y buscó perfiles de hombres interesantes. En algunos dejó una invitación para chatear; en otros, los que más le excitaron, un mensaje privado. Hubo un perfil que le maravilló: divorciado, ojos claros, barba de tres días, sonrisa sin manchas en los dientes. Le escribió un mensaje lleno de sensualidad, sugerente y muy directo: “¿Quedamos?”.


En la otra punta de la ciudad, un chaval de catorce años aprovecha los minutos que restan para irse a la cama. Inicia sesión en una página de contactos. Un nuevo mensaje en su buzón: otra mujer. Soltera, pelo rizado, barbilla redonda y no demasiado alta. Sobre la bragueta, la imagen de sus pechos, bien apretados, en un escote de esos que solo se ven en ocasiones especiales.

04 marzo 2011

Parpadeos - 55 (El pollo de los domingos)




Con este amargor tan extraño es imposible comerse el pollo. Creo que lo he asado mal; quizá se haya estropeado de haberlo dejado tanto tiempo fuera de la nevera. El caso: me sabe igual que masticar una pipa de limón. ¿Falta de sal? Aunque también puede ser que no haya añadido suficientes rodajas de zanahoria, cebolla y ajo. Claudia tenía buena mano para el pollo con verduras. Me abandonó la semana pasada y se llevó el libro de recetas. Todos los domingos asaba un pollo realmente cojonudo. ¿Me habré pasado con el vino de jerez?