
Hasta hace un par de siglos, en el treinta y cinco, el hombre olía, saboreaba, era sensible al tacto. Eso es lo que podemos leer en las enciclopedias virtuales de historia. Hoy en día nos limitamos a observar y a escuchar. Hay casos, excepciones de la naturaleza, capaces de percibir lo que nos rodea con los cinco sentidos. Los llamamos escritores. Se dedican a inventar historias de mares que huelen, banquetes donde todo lo servido es delicioso, caricias que hacen estremecer los cuerpos. Y aunque la gran mayoría de ellos son unos farsantes, es muy complicado diferenciarlos. Se quejan siempre de las mismas cosas: del tufo de las ciudades, de los alimentos insípidos, del sexo con robots.
2 comentarios:
Parece que la vida se hace de plástico, amigo...
Se hace de plástico, Alba. Todo se plastifica jejeje.
Un abrazo
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