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26 febrero 2007

Barcelona Desconnection




Llevaba un tiempo sin postear en el blog; una posible razón es la del excedente de trabajo al que me sometí la semana pasada. También podría decir que el stress y esa sensación de ahogo que algunos tenemos al pasar varios días en una misma ciudad fueron detonantes para irme a pasar el fin de semana a Barcelona.

El plan era sencillo; coger el coche, llegar el viernes noche a la Ciudad Condal, aprovechar esos días a tope, y desconectar de todo por un rato. Hecho el viaje y su posterior análisis me atrevo a confirmar que el objetivo se ha cumplido; no hubiera sido posible sin la gente de allí, amigos conocidos de un juego de internet, los cuales me abrieron las puertas de su ciudad. Por supuesto, a todos y a cada uno de ellos, desde mi humilde rincinto, darles las gracias por su generosidad, amabilidad, atención, y cómo no, cariño demostrado. Muchísimas gracias.

Atrás quedan dos días fenomenales, con una temperatura envidiable, y grandes momentos, divertidos y totalmente deshinibidores de lo que hoy lunes se ha vuelto a eregir como "puta rutina". Tengo sueño por el cansancio acumulado, sin embargo lo llevo con una sonrisa grande, saboreando cada segundo vivido allá; siento y presiento que aquella ciudad me ha cautivado, con sus organizadas calles, sus amables ciudadanos (a excepción de un puñado de taxistas macarras que se dedicaban a entorpecer el tráfico), el sabor a Mediterráneo, el olor a distinto,...

Quizá algún día me extienda en explicaciones acerca de estos días vividos, pero no podía dejar pasar los días sin dejar esta marca, de relax, de emoción. Contra la rutina y el agotamiento mental y físico, Disconnection.

14 febrero 2007

Senza Fine



Bueno, aquí dejo mi pequeña aportación para el día de San Valentín. Espero que os guste, aunque ya aviso que es una chorrada de garantías, un "senza fine" de esos que recorren tu rutina. Disfrutadlo, o mejor dicho, sentidlo. Aconsejable escuchar la canción que aquí os pego mientras lo leéis.

Gino Paoli - Senza Fine


Las gotas de lluvia siguen golpeando bruscamente el parabrisas del coche; ese repiquear, ligero, rutinario, contrasta con el silencio en el que se ven envueltas dos figuras, dos viajeros, dos conocidos que enmudecen. Él, conduce el vehículo, ausente, perdida su mirada a través del cristal empañado por el frío; ella, inmóvil, recorre con su mirada el horizonte, gris, también empañado.

Hace media hora discutieron, con gran agresividad, insultándose, sabiendo que aquella fantasía de relación que ambos sufrían tenía que acabar de alguna u otra manera; "la convivencia no es para los solitarios como yo", piensa alborotadamente él, encendiendo la radio despreocupación, intentando relajar su ira. Desbocada su mano del enfado, golpea con fuerza el volante, frustrado. Ella gira lentamente el cuello, desafiante, y de sus cejas se manifiesta el odio más profundo, para acabar rompiendo a llorar; "estoy harta de esta relación, que sólo me conduce a lo mismo", medita con nerviosismo, mientras se seca cuidadosamente las lágrimas con un pañuelo sacado de su bolso. Llueve con más intensidad.

Él nunca ha dudado en consolarla, pero no se fía esta vez, vacila de ello; su orgullo le ciega. "Seguro que está finjiendo, que trata por todos los medios llamar la atención, darme el papel de malvado de la película". Un contraste salta a la vista cuando ella le devuelve la mirada, y en ella sólo ve dolor, amargura. Todos aquellos planes futuros se empiezan a derrumbar; ella no quiere sufrir más por un hombre, y él, asiente torciendo con brusquedad el cuello.

"Y ahora amigos, una canción que me conmovió cuando la escuché por primera vez, en el cine. Sólo apto para aquellos que abren sus alas para soñar. Su título, Senza Fine; ¡disfrútenla, y sientan!"

Al compás de aquella melodía el paso del tiempo se congela poco a poco. La lluvía remite, y una delicada capa de llovizna baila sobre la noche madrileña. El calor de la radio calma su rabia, embalsama su ira, fustiga su enfado; ella temblorosa, asiente en un arranque de melancolía, y rompe a llorar nuevamente.

- ¿Te acuerdas David? Esta canción era la que sonó la primera vez que fuimos al cine juntos, aquella película en la que te dormiste - dice ella con la voz entrecortada, fundiéndose con el cristal de su ventanilla.
- Sí, me acuerdo - masculla orgulloso, mirando fijamente por el espejo retrovisor.
- Lo nuestro tendría que acabar - toma aire nerviosamente -. Esta canción es una señal más, por si queremos negar la evidencia.
- Si es lo que quieres Iria, por mi no hay problema. Es una pena - de sus mejillas dos lágrimas se deslizan -, pero no somos tal para cual.

El resto del trayecto que les separa de casa lo hacen en el mismo silencio con el que entraron en el coche. La canción ha terminado, sincronizando con la parada de motor; han llegado, y una saeta de recuerdos araña los cristales.

- Bueno David, gracias por traerme a casa; ¡menos mal que ya no llueve! - dice fingiendo una sonrisa torcida -. ¡Hasta maña... hasta la próxima!
- Hasta la próxima Iria, cuídate mucho.
- Y tú, y tú.

Ella se baja del coche y cierra lentamente la puerta del coche, deseando no alejarse más de allí. Él arranca el motor, acaricia el acelerador, la ve alejarse, cabizbaja, quizá llorando, quizá destrozada, y sé da cuenta que su corazón explota por momentos.

- ¡Iria! - se apresura a alacanzarla, bajándose atropelladamente del coche.
- Dime David - contesta ella, enjugándose las lágrimas con su mano.
- En realidad me hice el dormido en la película para que me acariciaras con más confianza, porque por ti duermo, y sueño, porque te quiero.

Batalla de sonrrojos; se acariciaron, se dieron la mano con firmeza, y se besaron. La fina lluvia los abrazó, y les invitó a sentir: "senza fine".




13 febrero 2007

El Príncipe de las Tabernas




Como lo oyen. Es príncipe, es real, y es un crápula selecto, sobre todo a la hora de gastarse su "real" paga en pintas, cañas, tapas, cubatas, probablemente mujeres, y alguna que otra sustancia psicotrópica.

Estaba esta noche en el Google buscando información acerca de los "biberones mágicos" (me queda pendiente el post) cuando me topé con la noticia: El Principe Enrique debe evitar los clubes nocturnos, debido a su galopante alcoholismo y su frecuente gasto de dinero, sin contar las peleas en las que se ve envuelto. El cuerpo de policía de la familia Real inglesa, ante el temor por el creciente enrriquecimiento de los bares cercanos a Palacio, aconsejó al infante reducir su apretada jornada juerguista; toda una tragedia para el joven, que vio en Pocholo un ejemplo de vida.

Y yo me pregunto, ¿por qué no le dejan acabar con su hígado en paz y compañía? Es joven, es de la realeza, es rico, y el pobre está aburrido; nadie sale ganando con esto. Quizá con ello se reduzcan las posibilidades de infarto de la Santa y siempre Senil Reina, pero nada más; siquiera los rotativos sensacionalistas están de acuerdo con la determinación, pues se quedarán sin trabajo. Miles y miles de reporteros del estercolero tendrán que dedicarse ahora al periodismo, ¡qué pavor! Su hermano, el Príncipe Guillermo, es muy aburrido; se inclina más por el humor británico, por imitar la sonrisa de Raúl González Blanco (jugador del Real Madrid), y por acudir a aburridos actos de la nobleza, en los que se cuentan el número de gemas de sus anillos.

Nos parece un abuso de poder, y desde la Madriguera animamos al Príncipe Enrique en estos duros momentos, y le invitamos a que nos invite a múltiples pelotazos en Hortaleza (barrio ebrio de Madrid por excelencia), que seguro aquí no lo conocerán. ¡Los crápulas somos incombustibles!

11 febrero 2007

Una noche de renombre




Un sabio chino - por decir una nacionalidad de esas místicas, en la que tipos de mostrada sabiduría demuestran a golpe de barba cana grandes verdades - dijo una vez que cuando dos proyectiles del averno se juntan, la explosión puede ser fatal. Así fue, la explosión fue fatal.

Este sábado salí de fiesta con mi "hermano", mi alter ego en versión cristiana y de ojos verdes, con Miguel (lo mismo dice él de mi, salvo que soy su alter ego en versión atea y con pelo pincho). El plan era sencillo; ir a tomar algo con unos compañeros suyos de trabajo a Lavapiés. No tardamos en tejer un plan bizarro, que nos permitiera reencontrarnos con grandes noches y fiestas de antaño. Por unos motivos u otros llevábamos prometiéndonos esta noche hacía ya mucho tiempo.

Para variar empezamos la noche con retraso. El lugar de partida, el bar Castellano, centro de festejos por parte del equipo de fútbol-7; festejar no había nada que festejar, entre otras cosas porque perdimos 6-2, pero la excusa de tomarse algo es más que sacra. Estuvimos un rato con la parroquia, hablando y comentando lo paquetes que podemos llegar a ser cuando nos lo proponemos. Llegando ya media hora tarde nos dirigimos a casa de una amiga, a tomarnos algo. Tras una andada cuasi mística, con calambres en los tobillos incluidos, alcanzamos la casa.

Nos sentamos en el sofá, y con Aida y dos amigas suyas nos tomamos un par de copas, disfrutando del gran Arnold Schagenawer (o como se escriba, no me pienso molestar en buscarlo en el Google) y la película "El fin de los días"; lógicamente ver una película con Miguel es ir resaltando y criticando las diversas escenas del filme, como por ejemplo, qué puñetas hacen un grupo de satánicos celebrando una misa, antorchas incluídas, en un recinto lleno de tubos inflamables y de cartuchos de dinamita. Terminó la película, y viendo que habíamos quedado hace una hora decidimos irnos a coger el metro.

Y allí nos plantamos, en el lugar de la cita, en Lavapiés, una hora y media tarde; no perdíamos nuestra facultad de llegar tarde a los sitios. Previo a llegar al lugar nos encontramos a nuestros alcoholizados amigos rumbo a Bilbao en el metro, los cuales daban el perfil de quemar la noche también. Nos bajamos en Sol, y de ahí hasta Lavapiés activamos nuestro modo "Guiri", preguntando a doquier cómo puñetas llegar al lugar sin acabar en la otra punta de la ciudad. Y llegamos el bar, llamado "La Aguja" - nombre dedicado en honor al objeto con el que se pinchó en vena el diseñador del local seguramente.

Ahí comenzó el despliegue de copas, chupitos de tequila, copas con/sin chupitos, y una hilera de pelotazos que nos hizo rápidamente alcanzar al resto de parroquianos, los cuales habían bebido lo suyo también. Era un grupo de personas, a las cuales en su mayoría conocía Miguel del trabajo, y con las que rápidamente congeniamos, sobre todo tras el recital de chistes solemnes que ambos Pablos dimos ante los presentes.

Tras ese bar, que nos cerraron para mí gusto muy pronto, llegó otro, el que iban a cerrar en media hora; pero nos daba igual, el caso era tomarse otra. En mi caso particular no fue una, fueron dos, pues Miguel rehusó tomar su copa, la cual llevaba una dulce fragancia, eau de Garrafón difícil de olvidar. Un amigo de Pablo, excompañero de trabajo de Miguel, nos estuvo contando que tenían un grupo de electro-punk-flamenco-rock o algo así, y que fueron teloneros de Rem en no sé cual verano de un año que prefiero no citar. Hicimos una evasión inteligente, pues la cosa pintaba cruda si nos seguía contando aquello, dado nuestro creciente estado etílico; esto no quiere decir que el chaval no fuera majete, que lo parecía, pero el arco de atención había disminuido a límites infravalorables.

Al cabo de media hora, fieles a su promesa, los señores del bar nos cerraron el local. Vanessa - otra compañera de trabajo de Miguel -, y Pablo - el antes citado - nos llevaron a su casa, advirtiéndonos de las sensacionales cualidades auditivas del vecino octogenario, por lo que deberíamos reducir nuestro tono de voz (trabajé a fondo para lograr el objetivo, júrolo). Es increible lo que un casco de moto y un almohadón pueden hacer juntos para tumbarte en el suelo como un bendito; allí estuve un rato tumbado, con mi vaso de whisky con agua (los hielos no se terminaron de hacer). El resto de gente que habíamos sobrevivido estuvimos charlando de todo un poco, riéndonos, cansados, de la noche.

Y llegó el momento de cerrar el chiringuito fiestero. Nos depedimos de los anfitriones de la casa, de los cuales dos estaban dormidos, y una, Vanessa, estaba apunto de lo mismo. Ya en el marco de la puerta, una pareja de vecinos entraba por el portal, y desde el eco serio de Miguel salió un "Buenos días", que añadido a mi estado de alcohol y lo que no era alcohol provocó una carcajada de esas de mandíbula desencajada; la compañera de Miguel, en el marco de la puerta, no pudo tampoco evitar partirse. Para colmo, nos encontramos un plato pequeño al pie de la puerta del ascensor, y de ahí surgieron varias chorradas temáticas al respecto: "¿Ese plato era para la comida del gato guardián del portal, el bote para comprar un ascensor nuevo,...?"

Salimos a la calle, y a las ocho de la mañana un sol esplendido nos recibió. Aparte del sol unos cuantos comerciantes montando sus puestos en el Rastro; no teníamos ni idea dónde estábamos, ni dónde coger el metro. En un momento de lucidez me acerqué a un individuo, que despreocupado, andaba con paso rápido:

- Perdone, ¿dónde estamos? - pregunté con suma sinceridad
- En el Rastro - respondió obvio el joven
- Eso parece, pero nos gustaría saber dónde hay un metro próximo - Miguel, saliendo al rescate de lo que parecía una conversación de besugos.
- Ah, por ahí tenéis una boca del metro. Tirad recto, luego girad por ahí y luego torcer otra vez.
- Es decir, que sigamos aquella señal que pone "Metro a 100 metros", ¿no?
- Esto, sí.

Quizá fue el broche de aquella estupenda noche. No sabemos cómo ni porqué, pero estábamos a escasos metros de la boca de metro de La Latina. Ya dentro, en los andenes, tuve el honor de recitar la frase lapidaria de clausura de festejo: "Qué Miguel, ¿nos tomamos unos petas o nos fumamos unas putas?"

Y así fue nuestra noche, bastante amena, divertida y tostada. Agradecer a los compañeros de trabajo de Miguel, y cómo no, al joven mañanero y a algún que otro friky con el que nos cruzamos, el contribuir a tan digna noche. Y por supuesto, gracias "hermano" por esa noche tan cojonuda; sólo miro el calendario para repetir con un plan similar.

06 febrero 2007

Dardos: Revalidando




Esta tarde saltaba la noticia en el seno del equipo de Tres Cuartos de lo Quinto: ¡¡Volvemos a ser campeones de grupo!! Nos pilló a todos por sorpresa, dado que nos veíamos como segundos de grupo, al creer haber perdido el average general con los segundos, con los que estábamos empatados a puntos y en el average particular (esto último es que ganamos 5-4 en la ida y ellos en la vuelta nos ganaron por lo mismo). La FEDE dictó sentencia, y nos ha alegrado sumamente; nuestro gran trabajo durante la temporada dio sus resultados. Además, embolsaremos 50€ más del total que teníamos asignado para Almería; así que el acecho de los copazos planea de nuevo.

Han sido cinco meses de competición muy emocionantes, en los que siempre hemos dado lo mejor de nosotros. El grupo no era muy díficil (es más, podríamos decir que hemos jugado más de un "Partido contra la droga"), pero de nuestra victoria final cuenta todas esas partidas de 7-2 y 8-1.

Y como todo final de temporada, repartiré las notas del equipo:

- Álvaro: gran temporada, soberbia. En todo momento se mantuvo en el puesto número 1 del ranking individual, y no haberle superado y quedar por debajo ha significado un gran honor. tuvo dos o tres días tontos, pero como los puede tener cualquiera. Mi nota: 10 y MVP de la temporada merecido (enhorabuena por el top gun!!).

- Luis Alejandro: básicamente lo que se le ha ido diciendo toda la temporada; ha combinado grandes y profesionales partidas con partidas malas. Aún así su aportación en el equipo ha sido clave en muchos momentos, que junto con su moral han ayudado al equipo muchísimo. Sólo esperamos que la próxima esté luchando en los puestos de arriba, que es donde debería estar. Mi nota: 10.

- Miguel David: ha tenido una línea muy parecida a la de Luis. Con altos y bajos Miguel nos ha demostrado a todos que cuando se aprietan los dientes puede salir algo mágico. Siempre concentrado en sus tiradas ha demostrado de qué pasta está hecha una muñeca izquierda. Siempre es un placer jugar con él de pareja la última partida. Básico su aportación anímica en el grupo; siempre presente, animando a todos, nunca ha vacilado en chocar la mano "violenta y vacilonamente", y eso en muchos tramos ha sido básico. Mi nota: 10.

- Alberto: empezó la temporada con dudas respecto a su modo de tirar. Pero poco a poco ha ido creciendo para arriba, haciendo partidas realmente cojonudas; en comparación con el año pasado Alberto ha dado un giro radical en su juego - para bien - y no va a tardar mucho cuando le volvamos a ver en el nivel alto del que nunca debió bajar. Junto con Miguel, otro de los apoyos anímicos del equipo; grande su labor de equipo. Mi nota: 10.

- Yo: este año tenía un objetivo; ser el top gun del grupo. Era una empresa difícil, teniendo un crack con los dardos como Álvaro en el equipo, pero no paré en el empeño. Me ha gustado cómo he jugado esta temporada, parece que vuelvo a renacer y mi nivel de juego ha aumentado. He disfrutado jugando con mi equipo, y me siento muy orgulloso de cada uno de ellos, factor que me ha ayudado en muchas de mis tiradas. Un pero; debo moderar mi enfado cuando tengo el día malo, que a pesar del apoyo moral de parte de todos me enfado y me cuesta desenfadarme. Mi nota: 10.

Efectivamente, todos tenemos un diez por varios motivos: por ser los campeones, por ser una piña, por querer ir siempre a más y mejor, por no ceder en nuestras empresas, y porque somos un equipo, para lo bueno y lo malo. Éste es mi pequeño homenaje para vosotros, ¡EQUIPO!

No quiero terminar este post sin agradecer calurosa y fogosamente el apoyo incondicional, los aplausos y los ánimos de la hinchada. A todos y a cada uno de vosotros, incondicionales, mi más caluroso aplauso. También gracias a Francis y al resto de parroquianos del Sahara por animarnos con ese buen tino, haciéndonos un hueco de prestigio en el pub. Por último, y no menos importante, agradecer a los rivales el buen rollo y la deportividad con la que se han jugado todos los partidos; nos lo hemos pasado bien jugando, que a fin de cuentas es el trasfondo de todo esto.

Proxima parada: Roquetas del Mar, Campeonato Nacional de 301 (ó 501), donde pensamos, primero disfrutar como enanos, y segundo demostrar a los demás equipos que aquí hay mucha calidad, y que aspiramos a todo, que soñar es gratis.

04 febrero 2007

Necrología de un vampiro - Capítulo 2




Capítulo 2 - Todo tiene un origen

Si te perdiste la primera parte .......... (PINCHA AQUÍ)


Como toda historia aburrida la mía empieza en el seno de una familia pobre y sin embargo feliz. Madrileño de nacimiento, castizo por parte paterna y andaluz por la parte materna mi infancia se desarrollo en la capital, en pleno cambio de dirección política en el país. Pocos recuerdos buenos tengo de aquella etapa, aunque recuerdo con simpatía aquellas tardes con la pelota, aquellas gominolas que me compraba mi madre al salir de misa, aquellas collejas que el Padre Morales me atizaba cada vez que molestaba en clase, y cómo no, todas aquellas peleas en el recreo que siempre protagonizaba.

No tardé mucho tiempo en descubrir que los estudios no eran lo mío; me resultaba aburrido y tétrico pasar las horas muertas delante de un libro, intentanto memorizar los cuatro estúpidos ríos de un país. Sin embargo las clases de educación física las seguía con gran interés y dedicación. Esto último no me libraba de los múltiples bofetones que mi padre regalaba con toda su furia. "Nunca llegarás a ser nada, sólo un puto inútil de mierda"; pasó de ser un ejemplo para mí, a un objeto más de la casa, para terminar odiándolo con toda mi alma. Mi madre nunca me perdonó el que no asistiera a su funeral, ni el que escupiera sobre su tumba, pero se lo merecía, por cabrón.

Sin el apoyo familiar empecé a explorar la calle. En mil líos me metí, con las mil hostias correspondientes en comisaria, pero disfrutaba con ello, con el caos. Llegué a pisar un reformatorio, del que me escapé en pocos años. Me asocié con delincuentes, para más tardes traicionarlos, al darme cuenta que era más poderoso que ellos; tenía astucia, fuerza, inteligencia, y eso añadido a mi chulería innata y mi mal carácter me hizo ganarme la calle con facilidad. Siempre he ido contra todos, me sentía un superviviente en una selva de imbéciles con derecho a joderme los planes.

Fui haciéndome mayor, y me tenía que buscar un empleo; ser un delincuente juvenil no era una profesión de futuro, y tampoco quería acabar rebañando las jeringuillas de heroína en la Rosilla. Tuve que buscar empleo; empecé de mozo de almacén, luego como repartidor de cajas, y fue en mi tercer empleo, como matón de discoteca, cuando descubrí mi verdadera vocación: repartir justicia, mi justicia, a mi manera y como yo quisiera. Estudié para poder ingresar en el cuerpo de la Policía Nacional.

Al cabo de dos meses el Comisario Ronqueras incrustaba mi placa nueva en el uniforme, y con un saludo cortés me daba la bienvenida al Cuerpo. Fue la primera vez que me sentí importante, cuando la gente allí presente nos aplaudía a los novatos que habíamos conseguido llegar hasta ahí. Desde el primer día como policía fui destinado a la comisaria del Distrito de Moncloa, en Madrid; casi nadie quería ese destino, pero yo lo pedí de forma prioritaria. "Joder Alfredo, así me gusta; ¡gente con pelotas como usted y no niñatos malparidos que sólo aspiran a poner el culito!". Fue mi primer mentor; Ronqueras me enseñó todo lo que un policía chapado a la antigua necesitaba saber.

Mis primeros meses fueron aburridos, muy aburridos; dirigiendo el tráfico, poniendo multas de aparcamiento, convenciendo a las temibles abuelas que el semáforo estaba en rojo para ellas,... necesitaba acción, desenfundar mi pistola y coser a balazos a un criminal, perseguir a un atracador calle abajo con un deportivo; lo que la tele mostraba, y que no se ajustaba a la realidad. Aún así trabajé duro, muy duro, me esforcé hasta el límite de mi paciencia, y poco a poco parecía dar resultado. En mis horas libres practicaba tiro, acompañaba al comisario a redadas, a desalojos, a manifestaciones, a sitios de especial violencia; y era ahí donde más cómodo me sentía, en el ojo del huracán, con el riesgo como compañero. La amistad con mi superior fue creciendo por cada noche que patrullaba con él; me limitaba a escuchar, a obedecer, y a a callar. Gracias a la vacante que dejó un pobre jubilado, Peláez, que ni siquiera llegaba a subirse los pantalones por sí mismo, pude aspirar a un puesto de mayor responsabilidad, subinspector. El día que me nombraron sustituo de aquel patán, Ronqueras me llamó a su despacho:

- Alfredo, deja usted el departamento de tráfico; me gusta su estilo, implacable y duro contra la chusma que azota este barrio de mierda, y estar controlando la circulación se le empieza a quedar pequeño. Es hora que coja un trabajo conforme a sus posibilidades.
- Señor comisario, es todo un honor, y no le fallaré; lo juro.
- Sé que no lo hará, he visto sus métodos, y me recuerda a mí cuando era joven.
- Si no muerdo yo primero esos cabrones lo harán antes.
- Lleva usted poco tiempo en el Cuerpo, pero ha conseguido detener a más delicuentes que más de un inspector. Eso sí, no estará solo. Tendrá a un compañero de patrulla, el agente Martínez, Diego Martínez, que procede de la comisaría de Carabanchel. Tiene experiencia en la calle, y presumo os entenderéis rápidamente.

Fue en aquella sucia habitación donde conocí el nombre del que ha sido mi único amigo, Diego Martínez. Delgado, fino, con un rostro marcado, este hombre se presentó con un saludo firme de mano, cosa que me sorprendió. Al cabo de dos noches ambos descubrimos que nuestros métodos policiacos distaban mucho, demasiado para un par de compañeros que pasaban más tiempos juntos que con una revista porno en el baño. El era conmedido, correcto con las personas, muy político y carismático; yo, sin embargo, debido a mi carácter e influencia tomada del Comisario era todo lo contrario. Uno controlaba al otro, y el otro apaciguaba al uno. Formábamos buena pareja.

Pasaron los meses y nuestra reputación siguió subiendo, tanto para bien como para mal; no queríamos ser famosos, simplemente cumplir nuestro deber y volver a casa. Diego conducía, y yo, reventaba las ruedas del vehículo perseguido. Cierto día el Comisario Ronqueras, sabida mi facultad para disparar, me invitó a participar en un concurso de tiro con armas de fuego, en los Estados Unidos. Era un concurso prestigioso, tanto que tuve que pensarme seriamente mi asistencia. El premio, una flamante Colt Anaconda color plateado, cañón de 9mm. Él apostó por mi talento, y fue el premio de parte suya que me llevé, la inscripción en el mismo. Doscientas mil de las antiguas pesetas que el Comisario sacó por la trastienda de un alijo de cocaína que se incautó días anteriores, y que me entregó para que dejara la comisaría de Moncloa en un lugar de privilegio.

Aquel concurso reunió a la flor y nata de muchos países; algunos de ellos, grandes pistoleros, excelentes cazarecompensas, afamados cazadores, y aficionados a los rifles. Éramos cinco mil inscritos, y yo no era de los favoritos. Sin mebargo, una semana después regresé a Madrid con mi nueva pistola, otro nuevo amigo en mi estrecho círculo íntimo. Tras tantos años desperdiciados sentía que por fin mi vida tenía un camino. Por ser cómo era la gente me respetaba, o aún mejor, me temía, y eso en el fondo me excitaba, tanto más que el olor a pólvora de mi colt anaconda.


01 febrero 2007

Apagando al planeta




Estamos matando a nuestro planeta. Éste sería el mejor titular de tan tétrica realidad, que poco a poco, cagada a cagada - con o sin conciencia de hecho - , lo verifica y certifica con más garantías.

Hace pocos días unos optimistas, que luchan y quieren luchar por la Tierra, tuvieron en Francia una idea que quizá podría concienciar a más de uno: "Apaguemos las luces, no usemos la electricidad durante únicamente cinco minutos". Se daban datos, se dijo que ayudaría a hacer ver al ojo humano que si todos ahorramos podemos recuperar la estabilidad. Lamentablemente, en nuestros días hablar de mejora Medio Ambiental es hablar de utopía; muy lamentablemente.

Incendios, emisión de gases nocivos a la atmósfera, sobreexplotación de zonas verdes, asesinato masivo de especies animales y vegetales - de las cuales la gran mayoría está en serio peligro de extinción -, uso excesivo de los recursos naturales, vertidos de productos contaminantes en océanos,... y así podríamos rellenar un párrafo bastante grotesco de crueldades que nosotros, seres humanos, provocamos contra nuestro planeta.

La Tierra se queja, y nosotros lo llamamos cambio climático, una frase - a mí parecer - demasiado amable para lo que desemboca esta realidad. Suben las temperaturas, y eso hace que no sólo haya más calor, sino que haya lluvias fuera de temporada, tormentas mucho más virulentas, deshielo de los casquetes polares (lo que hará que suba el nivel del mar progresivamente, junto con un aumento de la salinidad del agua), y desertización entre otras catástrofes.

Las cigüeñas, que en otoño emigran a tierras africanas en busca de calor, este año, en su gran mayoría, han permanecido en nuestro país. Ayer, yendo en mi coche me fije que los árboles aún conservan hojas, las cuales se debieron desprender hace meses. En Rusia los témpanos de hielo, que años anteriores medían medio metro de espesor, esta vez sólo tienen una quinta parte. Estas tres situaciones, que podrían ser meras anécdotas, nos hacen entender que el ciclo de la naturaleza está cambiando; el problema no es que cambien, el problema es que sea permanente el cambio, o todavía peor.

¿Tan difícil es hacer cumplir un maldito protocolo que lo único que pide es la reducción de gases tóxicos a la atmósfera? ¿Es tan complicado construir buques y barcos de mercancías con doble casco para evitar tragedias como la que sucede en estos días en la Bahía de Algeciras? ¿No podemos intentar entre todos no despilfarrar más agua y luz? ¿Es imprescindible atropellar linces ibéricos, vestir costosos abrigos de piel de foca, alimentarnos de animales cuya existencia pende de un hilo, explotar parajes vírgenes por un puñado de billetes? ¿No hay dinero para la creación de centrales de energía alternativa de manera más comunitaria, como paneles solares?

En la actualidad estas preguntas que aquí se reflejan tienen un "SI" por respuesta; esperemos que en un futuro pueda poner un artículo en el blog diciendo todo lo contrario, que los políticos se han puesto manos a la obra, que los ciudadanos ayudan y respetan el medio ambiente, que el ser humano no quiere cargarse su planeta.

Mientras tanto seguiremos viendo como poco a poco nos cargamos nuestro planeta, seguiremos llorando lentamente ante la degradación que nosotros, y sólo nosotros, hemos provocado a lo largo de tantos años.