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26 diciembre 2011

Perlas (LII)




"¡Cuán bueno hace al hombre la dicha! Parece que uno quisiera dar su corazón, su alegría. ¡Y la alegría es contagiosa!"

(Fiodor Dostoievski)

22 diciembre 2011

Perlas (LI)




"Afortunado es el hombre que tiene tiempo para esperar."

(Pedro Calderón de la Barca)

16 diciembre 2011

14 diciembre 2011

Gafanhotos - 11 (Romance prenatal)




¡Mira, mamá, mira!
Esta pierna la muevo
y te hago cosquillas.
Me estiro, me revuelvo
dentro de ti, bajo tu piel.
A veces me siento un jilguero,
otras, un viejo elefante;
pero siempre, siempre, estoy sonriendo.
Quiero saber qué hay tras tu piel
y te araño la panza sin quererlo.
¡Es que son tantas las ganas
de verte la cara y darte un beso!
Papá pega sus labios a tu panza
y me susurra que quiere ser remero,
para transportarme a la otra orilla
donde tú me esperas con anhelo.
Papá me canta canciones desafinadas
y tú te ríes del momento.
Él también acaba riendo
y yo solo pienso en lo mucho que os quiero.

09 diciembre 2011

Perlas (XLIX)




"Volver la vista atrás es una cosa y marchar atrás, otra."

(Charles Caleb Colton)

07 diciembre 2011

Vidas en sueño 90 - (La guasa divina)




Sus pies colgaban a veinte o treinta metros del suelo; el hombre con sombrero estaba sentado sobre uno de los salientes del viaducto, con los brazos firmes y tensos, sintiendo el frío del granito. El hombre con sombrero solo tenía eso, un sombrero; el resto, bien murió bien lo perdió en los salones recreativos. Unos pensamientos llevaron a otros y acabó allí a veinte o treinta metros del suelo.

Justo cuando los brazos del hombre con sombrero empezaron a ceder a sus deseos de lanzarse y tomaba impulso, un anciano de barba mal afeitada apareció a su lado. Sus ojos eran dos libros desgastados por el tiempo y mantuvo una sonrisa que al hombre con sombrero llegó a relajarle unos instantes. El anciano de barba mal afeitada dejó una distancia prudencial entre ambos y abrió las manos, para indicar al hombre con sombrero que solo quería charlar. Deseaba con todas sus ganas salvarlo de aquella locura y, así de paso, ganarse la salvación divina con una buena acción. Era la oportunidad que llevaba esperando años y años.

-No sé qué le ha llevado hasta aquí, pero creo que usted se merece algo más que eso.

El anciano de barba mal afeitada señaló el suelo, veinte o treinta metros más abajo.

-¡Usted qué sabrá! Déjeme tranquilo.
-Está bien, hijo. Si quieres lanzarte, hazlo, que no te lo voy a impedir.

El hombre con sombrero le observó unos instantes, sonrió sin ganas y se lanzó al vacío. El golpe retumbó en los oídos del anciano de barba mal afeitada como si se hubiera caído él mismo. Se asomó y contempló la escena con el labio superior tembloroso. El sombrero del hombre rodaba hacia uno de los coches aparcados. La gente se agolpó, los coches frenaron, las mujeres gritaron y los hombres recordaron los otoños vividos.

¿Qué había hecho mal? Él solo quería ayudar a aquel pobre desgraciado. El anciano de barba mal afeitada abandonó el lugar y, en un momento, alzó su cabeza al cielo buscando respuestas: pensó que eran unos cirros mal colocados, pero aquello se asemejaba más a una sonrisa sardónica.

Perlas (XLVIII)




"La juventud es el momento de estudiar la sabiduría; la vejez, el de practicarla."

(Jean Jacques Rousseau)