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19 abril 2007

Un año más zorros




Tras no se cuántos días aquí estamos publicando el post que le da a la madriguera un añito de longevidad. ha costado señores, ha costado y mucho; entre una vida social ocupada, el trabajo, los entrenamientos, los cubatitas, las caidas del router y los cariñosos momentos con la almohada al fin he logrado juntar cinco minutos en el blog para:

1.- Daros a todos vosotros las gracias por el apoyo en este año. Escribid y que haya ete grupo de incondicionales qué menos que hace saltar las lágrimas.

2.- Animaos a seguir denunciando esto al Ministerio para ver si me lo censuran.... estooo mierda, lo que quería decir es que espero volver a celebrar con vostros un añito más en la madriguera más bizarra, esperpéntica y sorpresiva de la Red española y mundial.


Cómo no, todos aquellos que han aparecido por este blog, Bud Spencer, mi peluquero, Lord Ucados, Trompetín Nabo Azul, Alfredo, el presi de Corea del Norte, maese Chuck, 3/4 de lo Quinto, mi "hermano", el apartamento Hogwards, el autobús del accidente, la playa, Zidane, los domingueros, Poch Kolo, y muchos más no se responsabilizan de mi salud mental; espero que vosotros tampoco, y que lo pague la Seguridad Social, que me tienen olvidado.

Para finalizar, una petición que os hago a todos. Un llamamiento de zorro en toda regla. Os lanzo una pregunta que espero me contestéis por comentario (recuerdo, es gratuito y anónimo):

¿Qué os gustaría que tuviera la Madriguera en este nuevo año zorrístico?

Espero vuestras respuestas, y de nuevo, felicidades a todos por este año magnífico, y por ser un poco más zorros, lobos, buitres, delfines, ardillas, calamares, o el animal que prefiráis.

Se os quiere,
Pablo

15 abril 2007

El tañer del destino





El frío se apodera rápidamente de mí tras poner un pie en un charco aún húmedo tras varios días de lluvia. El cielo está despejado, con la omnipresente esencia de la luna llena que me mira, intensa y reflexiva; ella rellena el rincón que el alcohol intentó hacer olvidar, ella recuerda en silencio besos prohibidos tras el umbral de la locura, ella enseña a las estrellas la oscuridad y las obliga a permanecer calladas.

Miro a un lado para advertir la presencia de un gato negro, el cual con sus ojos amarillos me observa fijamente, tejiendo con astucia un halo de soledad, que me obliga a retroceder. El animal no aparta su mirada de mí; prosigue su estudio, lento y pausado. No hay prisa, en la soledad nunca hay prisa. Me pongo a su nivel, planto fuerte los pies en tierra y enfrento mi mirada contra la suya, para más tarde descubrir que se ha ido a por otra alma solitaria de la que poder alimentarse.

Ahí sigue mi amiga, bañando en plata las ruinas de una antigua iglesia, objeto de mi presencia en aquel solitario lugar. He de estudiar el porqué me desperté anoche, con un sudor frío que recorrió todo mi cuerpo, habiendo soñado con esas mismas ruinas y con algo que me juré no recordar. Lo que en su tiempo fue una majestuosa edificación se ha convertido en un esqueleto raquítico y ensombrecido por el pasar de las noches. Nadie existe ya en aquella zona, ni tan siquiera la amargura, que pudo ser representada sobre centenares de lápidas enmohecidas y olvidadas.

Recorro con sumo respeto la estrecha distancia que separa mi coche del recuerdo amargo; a cada paso mi mejilla izquierda siente una leve punzada gélida, provocada por el llanto indiferente de la luna. Ya no hay vuelta atrás, ya no hace falta perdonar a la misericordia, ni a la suerte; estoy maldito por el mero hecho de abrazar a la oscuridad. Hasta el momento nadie se ha reído de mi desgracia, pero aquellas piedras mal colocadas en el portón desvencijado de la iglesia me recuerdan que mi destino está escrito, que soy parte de ellas, que ella no resucitará, que la esperanza nunca existió, que seguirá muerta en aquel bello jardín de rosas rojas que esmeradamente me dediqué a cuidar.

De pronto me giro brusco; estoy nervioso, inquieto, ¡qué estoy haciendo! ¿Por qué he invitado a mi sombra a entrar? ¡Hay alguien, hay algo, lo presiento! No se oculta, pero es invisible. Corro todo lo rápido que puedo hacia el altar, cegado de rabia y miedo, apartando obstáculos que se me presentan repentinamente. Por fin he llegado, y no puedo dejar de vigilar mi espalda; miro al frente y me arrodillo ante un centro de malvas y miles de momentos desgraciados.

No termino de maldecir mi mala suerte cuando un sonido profundo empieza a llenar el vacío; el tañer de unas campanas, lento y pausado, que me hace estremecerme aún más. Una corriente de aire helado penetra en la sala, con la misma tensión que aquellas campanadas, y me levanto con las ideas nubladas, y el corazón embrujado. Lucho contra aquello, protegiéndome de la fé de los cobardes, de la casualidad. Sigo luchando, pero no acaba, no llego a la puerta, no lo lograré, más si aquellas malditas campanas no dejan de azuzar la tempestad. ¡Y por que no asumir la derrota! Porque un rayo de plata alumbra las escalinatas de acceso al campanario, ¿mi salvación?

Subo aquellas escaleras oxidadas, peligrosas, escurridizas, con valentía, ¡no tengo nada que perder! Mis ojos se abren al máximo, las campanan dejan de resonar, y la luna se apaga; allí esta ella, pálida, iluminada con una frágil aúrea, y con la mirada perdida. Huele a tierra mojada y su alargada mano ordena mi cabello, enfriando mi alma, saciando mi sed, descubriéndome la solución.

Me ofrece su mano y no dudo en cogerla mientras lloro sin cesar. Intepestivamente tira fuerte de mí y me lanza al vacio, impactando contra una roca, dando sentido al final. Una oscuridad creciente va apoderándose de mi ángulo de visión, y lo último que observo, con tristeza, es su mueca torcida de dolor. Escribo el punto y final de un libro que dejó de tener sentido el día que la enterré.

A escasos metros un gato negros, sentado sobre sus cuartos traseros, observa con interés la escena, se relame una de sus zarpas, y con un andar despreocupado se envuelve de oscuridad.

08 abril 2007

Escapada a Almería




Ya tocaba. No, no me ha tocado la lotería; tampoco me han regalado un Lamborginhi. ¡Me fui de vacaciones a Almería! Éste ha sido el motivo por el que la Madriguera del Zorro ha estado un tanto descuidada, pero era necesario.

El motivo de la escapada se forjó meses atrás en una partida de dardos, que nos dio el pase matemático hacia el Campeonato Nacional de dardos. Gran temporada de dardos en la especialidad de 501, y como recompensa la posibilidad de competir contra los mejores. Rápidamente nos pusimos manos a la obra, y tras más de 300 correos electrónicos (no exagero un ápice) quedó fijada la excursión, a caballo entre el turismo, el frikismo y el alcoholismo más bizarro.

En el Campeonato de Dardos el equipo actuó noblemente; acabamos en el puesto 25 de 186, en un grupo más duro que el del año pasado (nos subieron la categoría). Tras luchar partida a partida, a la una de la madrugada, ya con el brazo agarrotado, fuimos severamente castigados por una cuadrilla de máquinas barceloneses. Eliminados tras estar todo el día jugando. Nos lo pasamos bien, jugamos con concentración, y eso sí, nos sentimos muy orgullosos de lo realizado. El MVP del torneo, Álvaro de calle, que fue el Zidane del equipo; de los demás también jugamos soberviamente, ninguna queja y muy buenos momento archivados.

Una vez acabado nuestra participación en el Campeonato nos dispusimos a disfrutar de Almería y sus encantos. Acompañados casi todos los días por el viento, estuvimos en el Cabo de Gata, en la Playa del Monsul (donde se rodó una escena de Indiana Jones), en Almería, y cómo no, en Tabernas, en el Spaguetti Western. también hubo momentos para la mantita y la tele, partidas furtivas al mus, escandinavos abstemios de dudoso final, paseos relajantes por la orilla del mar, discusiones sobre qué tomate frito comprar, pizzas grasientas, y boldo, mucho boldo.

En resumen, disfrutamos como debió ser, nos relajamos y de vuelta a la rutina con las pilas cargadas llegamos. Ahora a volver a la realidad. Siento si no he escrito una parrafada bíblica sobre estos días, pero entre la morriña que me causa, la cama que me llama, y que de mi cabeza no sale otra cosa que "fiesta, fiesta, no trabajes, vete de fiesta" no me encuentro fino para una literatura más densa.

No quiero despedirme sin dar las gracias a mi tierra, que de algún modo espiritual y/o metafísico, ha vuelto a rellenarme las pilas de esa energía andaluza que tanto me hace sonreír.