
Treintañera y cansada de ligar en el mismo bar de copas. No tenía nada que perder. Se creó una cuenta en una página de contactos y buscó perfiles de hombres interesantes. En algunos dejó una invitación para chatear; en otros, los que más le excitaron, un mensaje privado. Hubo un perfil que le maravilló: divorciado, ojos claros, barba de tres días, sonrisa sin manchas en los dientes. Le escribió un mensaje lleno de sensualidad, sugerente y muy directo: “¿Quedamos?”.
En la otra punta de la ciudad, un chaval de catorce años aprovecha los minutos que restan para irse a la cama. Inicia sesión en una página de contactos. Un nuevo mensaje en su buzón: otra mujer. Soltera, pelo rizado, barbilla redonda y no demasiado alta. Sobre la bragueta, la imagen de sus pechos, bien apretados, en un escote de esos que solo se ven en ocasiones especiales.
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