AUMENTA LA LETRA DEL BLOG PULSANDO LAS TECLAS "Ctrl" y "+" (O Ctrl y rueda del raton)

16 enero 2007

Necrología de un vampiro - Capítulo 1





Capítulo 1 - Brisa de Noche

"No hay nada como una bonita luna llena", pienso para mí mismo, mirando a aquella bola luminosa sobre un mar oscuro y misterioso. La brisa marina me recuerda que está refrescando y que puedo resfriarme; qué extraño, hace dos meses sobrevivía gracias a la oscuridad, y ahora, que no dependo de ella, me encuentro solo, huérfano de rutina.

- ¿Desea algo más el señor? - dice respetuoso el camarero dirigiéndose a mí, con un acentillo andaluz agradable, como si invitase a contar un chiste solo por el mero placer de oirme reír.
- No gracias "jefe", he bebido demasiado por esta noche, y no estoy aún acostumbrado.
- Vaya, parece que se he ha hecho usted rápido con la jerga; debería venir más al sur, aquí todo es más tranquilo que en Madrid, y se bebe por diversión.
- Nunca he bebido por diversión...

De nuevo una nueva bocanada de aire húmedo se cuela por mi camiseta hawaina; odio pasar frío, pero disfruto viendo sintiendo erizarse mi vello. Aún mi paladar saborea la fritura grasienta de "pescaito", que junto con el vino dulce han hecho que experimente algo ya olvidado. Comer por placer, por hambre, es vivir. Me cuesta acostumbrarme a esta nueva vida, me cuesta adaptarme a la tranquilidad y a ser un ciudadano pacífico más, que sólo se dedique a malgastar su dinero duramente trabajado en chiringuitos como éste.

- Señor, aquella mujer dice conocerle - de nuevo el camarero simpático me comenta acelerado, con un tono de importancia que hace dirija mi mirada donde su brazo indica.
- No la conozco de nada amigo. Dígala que se ha confundido de persona.
- Pues me ha dicho que...
- Ahórrese el discurso, no quiero ver a nadie - contesto sintiendo incomodidad ante la curiosa mirada de la pareja que hay justo enfrente de mi mesa. ¿No tienen crisis de pareja que resolver?
- Perdóneme, pero ha insistido en que necesitaba hablar con usted de algo importante; yo sé que usted no quiere hablar con nadie, se le nota, pero ha insistido tanto que me daba pena la chiquilla.
- Está bien, está bien, dígale que se siente, que no muerdo - no puedo evitar perder mi tono socarrón, mientras sonrío forzado al camarero -. Y ya que tengo compañía traígame otra botella de vino dulce y lo que la señorita le pida.
- Eso está hecho jefe, ¡olé su arte! - dice el camarero con una alegría incontenida. Al final le cogeré cariño a este hombre.

Ella está en la barra esperando a la llegada del camarero, pero no tarda mucho en conocer mi respuesta; me mira fijamente, abriendo con suavidad sus párpados, y sonríe tímidamente. Va vestida con un escotado y ajustado modelo veraniego bastante favorecedor, acompañándolo con unas sandalias de diseño; de colores vivos, su ropa va a juego con el rojo fuerte con el que se ha pintado cuidadosamente sus labios. Su rostro es alargado, con una tonalidad de tez morena bastante lograda. Su nariz es pequeña y redonda, atractiva, que en consonancia con su sonrisa torcida le da un aire más misterioso. Sus manos son alargadas y finas; no deja de jugar con sus dedos, golpeando las uñas levemente sobre la tarima de la barra donde espera. No puedo evitar dejar de mirarla, y rápidamente compruebo que la bragueta aprueba su venida a mi mesa.

No camina acelerada, como en un principio pensé, dada la necesidad de hablar conmigo, con alguien al que no conoce y que está tranquilamente allí. Acompaña un ritmo tranquilo y despreocupado, como si la vida se hubiera parado a su camino y las emergencias se hubiesen extinguido. Un camarero la piropea con categoría, y ella responde girando el cuello y la larga melena morena, giñándole un ojo, conquistándole con un deseo. Desprende un aroma que hasta mi nariz llega, y el efecto de éste con el vino me reconforta más, me relaja; podría apuntarme con una pistola y dispararme, pues no ofrecería demasiada resistencia.

- Y bien, qué asunto de gran importancia quería tratar conmigo, señorita ...
- Gloria, Gloria Palacios. - dice la desconocida mientras no deja de apartar la mirada. Es preciosa y ella lo sabe - Veo Alfredo que sigues siendo igual de directo que siempre.
- Se confunde, me llamo Pepe Piscinas.
- Ambos sabemos que no, y ambos sabemos quién eres, o mejor dicho, qué fuiste. - su sonrisa torcida se vuelve seria, pero no consigo retirar mi mirada de la suya.
- Está bien, sabes quién soy; recuérdame que te regale un oso de peluche por ganar el primer premio. ¿Qué quieres?
- Gracias por ahorrarme tanto tiempo en estúpidas conversaciones acerca de mis tetas, o de lo bonito que es el mar de noche. Me gusta cómo eres, directo y sin tapujos, al menos eso averigué de ti hace muchos meses. - mientras termina la frase apura un trago largo de mi vaso de vino y saca un cigarrillo del bolso, sin perder el ritmo, sin dejar de mirarme - Iré al grano: te necesitan de nuevo en Madrid, debes venir conmigo, y tenemos que movernos con la máxima celeridad: aquí corres peligro
- ¿Peligro en un chiringuito? Como no sea por indigestión de boquerones.
- El mal está en todas las partes; se mueve con la noche, y tú esto ya lo sabes. - contesta Gloria enigmática, la cual a pesar de su discurso alarmante conserva la tranquilidad y la mirada intensa.
- ¿Eres una ...?

Por primera vez en mucho tiempo dudo en mi pregunta. Me da vergüenza preguntárselo, romper la armonía de la que sus ojos me castigaban. ¿Vergüenza? También se me había olvidado qué era eso. Ella suelta una carcajada divertida, abierta y sincera, como si hablara con su hijo acerca de alguna paparrucha de guardería. Con su mano izquierda juega con un mechón de pelo, acariciándolo con ternura, y sólo lo suelta para darle una corta calada a su cigarrillo.

- Sí, pero si no es poco vicio, también fumo, bebo y follo; eso sí, todo de noche. Y ahora basta de chácharas, nos esperan 3 horas de viaje.
- ¿Volando?
- Lo siento, no me he traído la capa. Iremos en coche, es más seguro, y discreto.
- Está bien. Espérame en la mesa, voy a pagar.
- Te acompaño.
- No sabes con quién tratas; cuando digo "espera", tú espera.
- Y tú no sabes quién soy Alfredo. - dice endureciendo su rostro - Debemos irnos con la máxima brevedad posible; te lo explicaré en el coche.

Se levanta, y de nuevo el mundo se congela alrededor. La brisa de mar deja de abanicarme, y ahora un calor interno, como si fuera un horno, hace imposible que deje de mirarla. Me incorporo levemente, le hago una señal de que permanezca en el sitio, y me dirijo al camarero.

- "Jefe", ¿qué le de...?
- ¡Agáchate, ya!

(Ruido de varias armas de asalto...)

No hay comentarios: