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04 diciembre 2006

La Comunidad del Choped: Sexta Parte




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No hay peor enemigo para un aventurero que el aburrimiento; ningún orco al que deshuesar, árbol que incinerar, taberna que vaciar, guardia que masacrar, animal que frotar,... nada de nada. Ésa había sido la tónica general en las tres jornadas de viaje, tras vencer a los temibles nazgul. Tan sólo la fría luna y una llanura desierta conformaban aquel paisaje callado, vacío, silencioso. Estaban atravesando la explanada de las momias, nido de grandes horrores urbanos como Lady Montiel o Mairena la Besucona, que según antiguas leyendas, aún deambulaban por todas la regiones, en busca de fama, o quizá de droga.

La petaca del cura Chapapiedra era el único consuelo al que se aferraban el resto; aquel recipiente pequeño no dejaba de manar un desagradable mejunge con sabor a carajillo pasado de fecha, que a su vez era bastante adictivo. Todos perdían la cabeza poco a poco, salvo Josemmha, que gentilmente preguntaba a los escorpiones dónde se hallaba la aldea más cercana.

- Esos bichos no saben hablar explorador, sólo mirarnos mal - decía Tomás Turbado, mientras cercenaba el aguijón de uno de ellos.
- Son muy majos, muy listos, saben hablar; y un día se levantarán, violarán a nuestras mujeres y destruirán al resto de las razas - Josemmha con los ojos en blanco, mientras reía nerviosamente.
- Y escupen fuego... -añadió el mago.
- Y no venden cerveza... - Trukhin, abrazado a una farola, que casualmente estaba ahí plantada.
- Y lo peor de todo, seguro que nos venderan un día de estos - dijo con voz temblorosa el paladín mientras se encogía como un ovillo.

De pronto, entre la maleza, un extraño berrido llamó la atención del grupo, Aitor Menta, inquieto, fue a mirar, pero demasiado tarde, se anticipó Trompetín:

- Chicos, ¡mirad que he encontrado, una cabra!
- Oh, mierda, los escorpiones están mutando en cabras, nos matarán a todos - Trukhin con las manos en la cabeza
- Sí, soy una cabra, y no, no soy una puta mutación; lástima no podamos decir lo mismo de ti enano - la cabra exhibió su agresividad soltando una espectacular coz a Trompetín Nabo Azul, el cual tuvo que dedicar el resto del día a encontrar sus propios dientes.
- ¿Y cómo te llamas? - Aitor Menta con bastante interés en el animal.
- Imbécil, los animales no tienen nombres; la llamaremos "Sangrosa" - dijo el paladín renegado
- Yo tengo nombre palurdo ennegrecido, lástima no pueda decir lo mismo de tu patetismo, porque a ti te sobra - de sus ojos emanaba fuego -. Por cierto simpático - dirigiéndose al mago, y guiñándole un ojo -, me llamo Abralacabra.
- ¿Estudias? ¿Trabajas? ?De dónde eres? - Aitor Menta, a pico y pala de forma constante.

El resto del grupo se reunió entorno aquel animal parlante. Nadie sabía porqué, pero aquello hablaba. Según les contó la cabra, de bellos ojos y preciosos cuartos traseros, vivía en una granja de la Petaca, estudiaba la manera de fugarse aquel antro, estaba soltera y necesitaba un grupo de personas a las que acompañar, por ejemplo una banda de música con organillo o un grupo de legionarios huérfanos de mascota.

El interés, para nada amistoso, de Tomás Turbado contrastaba con la creciente actitud de Aitor Menta ante aquel animal; empezaron a salir juntos, se intercambiaron móviles, incluso una noche Josemmha les pilló frotándose tras los matorrales. Entre matanza y matanza ambos se guiñaban el ojo cómplice, y no había noche que el mago incendiara la barba de Trukhin para ver lo espectacular que resultaba ver a las pulgas saltar. Era evidente que el mago no veía con malos ojos que se hubiesen perdido en el desierto, pues aquella cabra le marcó en el corazón.

Un día, tres semanas después del encuentro con la cabra, Aitor Menta reunió al grupo:

- Chicos, le he pedido a la cabra que se case conmigo.
- ¡Qué entrañable, qué tierno! - el enano, totalmente emocionado.
- ¿Puedo casaros?¿Puedo?¿Puedo? - El Cura Chapapiedra dando saltos como un loco, haciendo contonear flatulentamente sus masas de grasa, acto que hizo vomitar a gran parte de los escorpiones y alacranes que por ahí pasaban en el momento.
- ¡Cazaré el mejor escorpión que vea y lo asaremos en el banquete! - dijo entusiasta el explorador.
- No hace falta hombre, justamente acabo de encontrar una piara de cerdas en edad de matanza - el gnomo enseñaba orgulloso el corral con granjeros incluidos.
- ¿Cerdas? ¿No hay ninguna soltera? - Tomás Turbado, "turbado".
- Y yo traeré a un par de amigas que no conozco pero seguro seguro viven por esta zona - dijo Lord Ucados frotándose las manos.
- ¿Amigas? ¿Pero cómo son? - vociferó ansioso el clérigo.
- No sé, no las conozco, pero seguro seguro que vienen.
- ¡Espero que no sean tus amigas una pandilla de beatas casposas que desafinan en los cantos de homilía! - expresó Tomás Turbado mientras se tocaba con una de las cerdas que encontró el gnomo.

Pasaron otras dos semanas, y todos estuvieron con los preparativos de la boda. Aitor Menta y Abralacabra estuvieron yendo a seminarios prematrimoniales que impartía entre lingotazo y lingotazo el Cura Chapapiedra; a dicho seminario también acudieron dos parejas de escorpiones, una de coyotes y alguna que otra de víboras, una de las cuales filtreó seriamente con un escorpión, el cual fue reducido a croqueta por el mismísimo clérigo; "aquí se viene a prepararse para el matrimonio, no para ligar".

Trukhin se encargó de la bebida; tras diez días en busca de una taberna decidió llamar a Telebotellón y cargar los costes en la tarjeta del paladín. Lamentablemente tuvo que volverles a llamar varias veces más, pues cada vez que traían la bebida entre él y Chapapiedra acababan con las existencias. Lord Ucados se encargó de quedar con sus dos amigas, las cuales prometieron ir sin falta alguna. Dijeron las féminas que para reconocer al paladín éste fuera vestido de torero-bombero.

Josemmha decidió dar caza al mayor escorpión; tras 3400 fracasos encargó, también con la tarjeta de Lord Ucados, unos cuantos pollos rellenos de calamar y alcachofas. Luego los pintó de negro y les ensartó una flecha, esperando no se notase. Trompetín Nabo Azul corría desnudo por el desierto, dando brincos, y besando piedras, como si no hubiese mañana; al poco tiempo se descubrió que había "encontrado" un fardo de marihuana de unos mexicanos, los cuales, lógicamente, murieron destrozados ante los katanazos de Tomás Turbado.

Y llegó el día de la boda. La ceremonia, que tuvo a Trukhin como dama de los anillos y a Trompetín Nabo Azul como organista, fue muy emotiva. Todos lloraron como magdalenas, salvo Tomás Turbado que con sus gafas negras ocultaba toda emoción. Uno de los invitados de la novia, un koala de lomo afrodisiaco que venía acompañado con una jirafa yunquera de sabor a fanta melón, metió mano impunemente a unas de las cerdas del gnomo; murió de forma inmediata, lógicamente.

Las amigas de Lord Ucados no fueron a la boda, y llegó el banquete; una vez en el mismo, y en mitad de una copla de Conchita Piquer, Tomás Turbado, ebrio se acercó al paladín:

- Oye Lord Ucados, ¿y tus amigas?
- Ahora vienen, espero
- Espero que vengan, o eso o reviento la armadura a la altura de la entrepierna
- ¿Por qué no te vas con una de las cerdas de Trompetín Nabo Azul?
- Están todas pilladas - dijo el antipaladín mientras señalaba al Cura Chapapiedra y a Trukhin , ambos con camisetas hawaianas y corbata en la cabeza, metiendo mano a todas la cerdas.
- ¡Que tiernos los dos juntitos! ¿Os hago una foto con mi cámara nueva, que encontré tirada por ahí? - el gnomo, mientras sujetaba un cubata con la cabeza.
- ¡Hey amigo, ésa es nuestra cámara!

Fue un terrible error. Una coalición de aficionados hermanados del Almería, del Córdoba y del Atlético Canillas, invitados por parte de la novia, es decir, por parte de Aitor Menta por supuesto, se encararon con el gnomo. Llovieron palos, lágrimas, hachazos, puntapiés, chistes groseros, líquidos de origen desconocido, y desolación, mucha desolación. Una vez los aficionados acabaron masacrados siguió la fiesta.

Tomás Turbado seguía esperando a las amigas de Lord Ucados, con más emoción que el paladín si cabía. De pronto se irguió, abofeteó al guarda de seguridad del recinto, se ajustó las gafas de sol oscuras y sacó a bailar a Abralacabra.

- Espero que me cuides al mago, no quedan pirómanos de postín por estos lares.
- Tranquilo, así lo haré. Por cierto, me encanta tu medallón rosa chicle.
- Y a mi tus cuartos traseros,.... digooo tus cuernos,..... digoooo tus ojos - el paladín oscuro no podía más.
- ¿Qué te pasa? ¿Te pongo nervioso?
- Tú, sátanico, que parece que mis amigas no vendrán - dijo Lord Ucados, mientras hablaba con Josemmha acerca de lentejas en época de verano.

De pronto tomás Turbado se paró, y miró fijamente a la cabra; no podía más. Agarró su cuerpo, lo volteó en el aire, y de un terrible mordisco de combate le arrancó parte de su pata trasera derecha; la cabra berreó, pero poco más pudo hacer cuando el paladín renegado entró en frenesí y la descoyuntó de forma violenta. El resto allí presente se quedó pasmado, y de fondo se escuchaba una canción de Gloria Estefan, "Ay qué buena fortuna es tenerte, amor mío".

- ¡Cabrón, ha matado a Abralacabra! - Aitor Menta con sus ojos encendidos.
- Joder, si era una cabra - Tomás Turbado poniendo sentido lógico a todo.
- Si hubiera traido a mis amigas esto no hubiera pasado... - Lord Ucados llorando desconsolado - ¿Te vendo una enciclopedia? La necesitarás en el juicio.
- Abandona las drogaaaaaaaaaaaaas - Poch Kolo a lomos de Trukhin, el cual se masturbaba sobre la tarta.
- Prendedle - exclamó Josemmha mientras sofocaba el incendio en sus ropas - a mí no me prendas mago joder.
- Había entendido mal...

Y de entre los arbustos apareció un nazgul con el plumero lleno de escorpiones, los cuales saludaban a los presentes. Una horda de orcos con tirachinas de batalla amenzaban en la lontananza. También varias ardillas frenopáticas, un par de bucaneros ebrios y buscones de peleas se enfrentaron al paladín renegado. Tomás Turbado pedía auxilio a sus compañeros, pero estos bebían de la petaca del Cura Chapapiedra, el cual con cada erupto convocaba a un monaguillo místico especialista en quemar árboles. Uno de ellos sacó su batiscafo, se atusó el flequillo, espero pacientemente a que el paladín oscuro terminará a base de katanazos y juegos sucios con el resto de enemigos y se encaró con él.

Ondeó violentamente el batiscafo, esquivo el espadazo del paladín renegado, y le golpeó de forma violenta en la cabeza, partiéndosela en dos,... oscuridad, lágrimas, dolor....

- ¡Cabronazooooooo! - Tomás Turbado medio dormido, se movía compulsivamente por el suelo.
- Perdón, se me había caído la armadura encima de tu cabeza solamente - dijo Lord Ucados con sentimiento de culpabilidad.
- ¿Qué ha pasado? ¿Y la cabra? - exclamó con un despertar violento.
- Sí, estas como una cabra, y no, no la calcinó Aitor Menta, aquí sólo hay escorpiones - dijo tranquilo Josemmha.
- ¡Joder, ha sido un sueño! Menos mal.
- Tranquilízate amigo, seguimos igual de perdidos en el desierto.

De pronto un berrido de cabra se escuchó entre los matorrales, rápidamente tomás Turbado golpeó hasta la inconsciencia al gnomo, se incorporó de un salto, desenfundó su katana y dio muerte al animal que detrás berreaba.

- ¿Por qué mataste a la cabra? - dijo compungido el mago, mientras era consolado por Josemmha.
- Porque si no lo hago acabarás casándote con ella, y Trukhin con una de las cerdas de Trompetín, y como el beatito del paladín no traerá a sus amigas pues acabaré matando a la cabra y todos me querrán matar.
- ¿Has bebido del fondo de mi petaca? Mira que dije que no era bueno apurarlo - el Cura Chapapiedra en tono padrazo.

Y así fue como la Comunidad del Choped descubrió la perturbación de Tomás Turbado: soñar estupideces delirantes. Lo celebraron con gran alegría, prometiéndose entre ellos no cometer jamás un acto de zoofilia, menos aún si podía acabar en boda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que quedao que estas.