
-Joder, B, qué mal huele la nueva.
-Mal es poco. Cada vez que se acerca, la planta de mi mesa se marchita un poco más.
-Lo raro es que el jefe no le haya dado un toque.
-¿D? ¿Un toque? Qué toque va a dar, si cuando le suda la sobaquera huele todavía peor.
A y B se ríen con ganas. Ambas regresan a sus puestos de trabajo tras la pausa de la comida: ambas han comido filetes rusos en el restaurante y es posible que sus alientos apesten a ajo.
-Pues lo que te decía, B. Con tanta peste es imposible centrarse.
-Tampoco es que tú estés muy centrada: desde que contraron a W no le quitas el ojo de encima. -Deja escapar un pequeño y silencioso eructo-. Joder con el ajo, se me está repitiendo.
-Luego le pedimos un chicle a la nueva. Lo mismo se lo gasta todo en chicles, en lugar de jabones.
-¿Esa? Con las pintas de perroflauta que lleva debe de reciclar hasta el agua del váter y robarle la luz al vecino.
-¿Para qué quiere la luz, A? Si nos dijo el otro día que no tiene un televisor en casa.
B abre los ojos y se para frente a su compañera, hace una burla y ambas vuelven a reírse con un timbre muy agudo. Un tipo pasa a su lado y, por un momento, piensa que son dos ardillas; luego, que son un poco cerdas por no lavarse la boca. A y B retoman el camino.
-¿Que no usa la tele? No me lo puedo creer. ¡Pero si todo el mundo tiene un televisor en casa!
-Eso mismo le dije yo a las chicas. No veas qué conmoción en la oficina: nadie se lo cree.
-Esa tía es muy extraña: lo mismo es okupa.
-O un duende de los bosques. ¿No le has visto ese abrigo verde que tiene? Cada vez que se pone la capucha solo le falta silbar "Ahí va, ahí va, al campo a trabajar".
-¡Qué mala que eres, A! Es que la nueva tiene un estilo muy peculiar.
-Y tan peculiar: ¿qué se puede esperar de alguien que no se ducha ni tiene televisor?
Las dos mujeres pasan al lado de un sofá viejo, lleno de barro y que le falta un cojín. B le guiña un ojo a su compañera; esta, ha dejado escapar un eructo y B hace todo lo posible por no torcer el rostro. Una pareja de ancianos pasa a su lado, sin perder detalle de la escena.
-Creo que ya tenemos su regalo de cumpleaños.
-¿Y para qué quiere un sofá si no tiene televisor?
-No sé. Leerá libros, supongo.
-¡Qué anticuada está la gente, por Dios! Con la cantidad de programas interesante que echan por la tele.
A y B llegan a la oficina entre risas, escapes de ajo y un ritmo de taconeo invariable. Cuelgan sus abrigos de imitación y las personas que hay alrededor se dan cuenta que no tienen ni idea de combinar colores. Luego, B decide irse al aseo a ver si echa un poco de crema que le dismule la hinchazón de los párpados; A, se acerca a la nueva y le pide por favor si puede echarle una mano con las facturas, que a las cinco se tiene que ir urgentemente. La nueva tuerce el gesto cuando le está hablando A. "¿Es que esta no se lava la boca?", piensa.
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