AUMENTA LA LETRA DEL BLOG PULSANDO LAS TECLAS "Ctrl" y "+" (O Ctrl y rueda del raton)

19 septiembre 2010

Vidas en sueño - 73 (Rumores)




A Lucía le gustó mucho el abrigo nuevo que llevó a clase su amiga Claudia. Es por ello que la preguntó dónde compró la prenda y por cuánto dinero. Claudia, esbozando una sonrisa pícara, confesó a su amiga que había robado el abrigo en una tienda del centro comercial, que quedaba en la gran ciudad. Ambas chicas se rieron con la historia de Claudia: de cómo se fue al probador, se puso el abrigo y salió tan pancha de allí. Claudia se despidió de su amiga: se iba a pasar las navidades a Madrid. Lucía, soñó esa noche que iba dando un paseo por el pueblo con el abrigo robado.

Lucía soñó que iba por la calle con aquel flamante abrigo puesto. En sus sueños, Claudia le robaba el abrigo, amenazándola con una navaja. Lloró soñando; también habló. Y de ese modo se enteró su madre del secreto de Claudia. El secreto que había prometido Lucía no contar.

La madre, una cuarentona adicta a los programas de refrito que echaban a todas horas por el televisor, se despachó a gusto con la panadera; le contó el robo de Claudia, incluyendo en la narración la saña con que Claudia amenazó al guardia de seguridad, hasta el punto de herirlo en un brazo. La madre de Lucía odiaba a la de Claudia: le vino al pelo para distribuir su dosis de veneno.

El veneno hizo efecto, y la panadera se lo contó a su amiga Micaela, una viuda de sesenta años, que usaba gafas de diseño y que no se perdía una misa. En la historia de Micaela, Claudia ya no solo robó el abrigo, amenazó con una navaja al guardia de seguridad y lo hirió en un brazo, si no que realmente lo del abrigo era una tapadera, pues ella, Claudia, quiso llevarse el dinero de la caja de seguridad, en el sótano del centro comercial. Utilizó al guarda jurado de rehén. Micaela se ajustaba sus gafas de diseño mientras escuchaba con total atención a la panadera.

Con Micaela la cosa dio un giro inesperado: Claudia era terrorista y, en lugar de una navaja, usó una escopeta de cazar liebres. Pareció divertirle mucho a su confidente, el párroco Ezequiel.

Ezequiel añadió que Claudia era en realidad una musulmana radical, que lo de ser católica era pura fachada; Don Teclo, el dueño de la farmacia, decoró la escena con mucha sangre; la bibliotecaria, añadió más terroristas; Mateo, jornalero de vocación y borracho por obligación social, los nacionalizó pakistaníes; y así, pincelada arriba pincelada abajo, hasta llegar a la última versión, varias decenas de bocas después: Claudia formaba parte de un grupo de pakistaníes suicidas. Su objetivo era atentar en el centro comercial para acojonar a los del pueblo de al lado, que eran todos unos señoritos. Se sospechaba que Claudia, tras atracar el centro comercial y en nombre de Alá colocar una bomba en el sótano, descuartizó a sangre fría al guarda jurado y enterró su cadáver en la misma fosa donde yacía su difunta abuela; más que nada para que nadie sospechara.

El rumor llegó a oídos de un vecino que solo solía ir al pueblo a pasar las navidades. Trabajaba como comisario de policía en Madrid. Rebollo, así se llamaba, dictó orden de búsqueda y captura contra Claudia, tras escuchar con los ojos muy abiertos el relato de su madre, que no dejaba de jadear y temblar. A los tres días de la orden, Claudia fue detenida por un par de agentes de la Policía Nacional mientras daba un paseo por la Plaza Mayor, agarrada del brazo de su chico. Llevaba puesto su abrigo: el robado.

Por supuesto, nadie en el pueblo reconoció haber difundido la historia.

3 comentarios:

white dijo...

Buena esa cadena de rumores. Rebollo no descansa nunca.
Besos, nos vemos prontito.

Loriana dijo...

Pues si... la cantidad de rumores que una persona puede soportar es inversamente proporcional a su inteligencia.
Muy bueno, cariño!
Besito

José Antonio del Pozo dijo...

Muy hábil, sr Zorro. Moraleja de la fábula vertiginosa: si mangas un abrigo en el Corte I mientras suena el soy fan de tí, no se lo cuentes a nadie y si lo cuentas, házlo en el sálvame de tele 5