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22 julio 2010

Parpadeos - 33 (Fotografías borrosas)





Antes trabajaba como fotógrafo; ahora estoy incomunicado en una habitación cerrada y con las paredes forradas de almohadillas, como las de los estadios de fútbol. Incomunicado, cebado con pastillas de colores y tumbado en la cama, sin nada mejor que hacer. A través del zócalo entra el sol de la tarde; perdí hace meses el interés por verlo desaparecer todas las tardes.

Aburrido y solo, en una celda de cuatro por cuatro metros. Y todo por culpa de las fotos. Mejor dicho, por culpa de aquella figura negra que se colaba tras las personas que fotografiaba por la calle. El doctor dice que no se ve ninguna sombra en las fotos. Distribuye sobre la mesa de su escritorio las fotos, del mismo modo que un trilero haría lo propio con una baraja de naipes. Según el doctor, todas las caras que aparecen en ellas coinciden con los que fueron asesinados un febrero de hace siete años. ¡Yo le grito que sí, que ahí está la sombra! ¡Que se compre gafas nuevas! ¿Es que acaso no ve el maldito borrón? El doctor me pregunta después que si sé lo que he hecho. Por supuesto que lo sé: sacar fotos. Luego, me recuerda el cuchillo ensangrentado que halló la policía en mi apartamento, los trozos de carne en la nevera, los análisis de ADN que coinciden con los muertos. No sé a dónde quiere llegar con todo esto, que le pregunten a la sombra, ¡que la busquen! Yo no los maté, fue la figura negra, siempre difuminada, siempre sosteniendo un cuchillo en alto tras aquellos pobres desgraciados que se dejaron fotografiar una vez, solo una vez, por mí.

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