
Una tarde de hace un año, como otras tantas, en el sofá de mi salón buscaba algo con lo que matar el tiempo. Y con la corriente de aire caliente que entró por la ventana llegó la idea: viscosa, excitante, enfermiza. Recordé al bueno de Proust y me lancé sobre el teclado del ordenador. Dejé el trabajo, las relaciones sociales; hasta casi dejé de comer. Muchas semanas, demasiadas noches, con sus días y sus tardes, sentado frente al ordenador. Rellené ciento de hojas, sin sentido ni criterio. Escritura automática desde las tripas y el recuerdo. Cuando acabé, el procesador de textos me marcaba seis mil páginas. Las corregí y subí las persianas. La luz de una tarde de septiembre me cegó.
Semanas después, mi libro “El mal tiempo” fue publicado. Tuvo éxito. Críticos y lectores llenaban el buzón de mi correo electrónico con quejas, alabanzas y temores. Ayer me entrevistaron en la radio. Entre decenas de preguntas inútiles acerca de mi vida y de mis gustos hubo una que me llamó la atención: “¿Por qué escribió esta novela?”. Respondí que era o eso o destruir todos los relojes que me encontrase por el camino, para así no ser asesinado por el martilleo constante del tiempo, que avanza impune, sobre mi cabeza.
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2 comentarios:
Ese sería Larsson y su troupe.
Bonia tour de force, Zorro,
magnífico parpadeo
lo breve si tal,
en contraste con las seis mil hojas de la oscuridad
Zorro, sos un p crack, como el mismo Higuaín, ¿tú viste?
ni en verano dejas descansar las armas, menos mal que las balas son ahora letras. Besos
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