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02 marzo 2009

Vidas en Sueño - 44 (Frenesí)




Estás muy agitado. Llevas todo el viaje mirando de un lado al otro, sin dejar un segundo tus ojos quietos en un punto. Frotas tus manos una sobre la otra; están congeladas y secas, pero no tienes frío. Te llegan todo tipo de olores: a sudor, a varios perfumes, a orina, a chicle mascado, a plástico nuevo. Has observado a todos los que te rodean, porque en el fondo los desprecias. No te has perdido detalle alguno del vagón. Chasqueas la lengua y tamborileas con tu pie sobre el suelo sucio y pegajoso como si estuvieras reventando cucarachas. El tipo de enfrente te observa desde hace un rato. Sostiene un libro abierto. En su rostro observas una mueca, y la interpretas como si se estuviera compadeciendo de ti. No te gusta que te reten con la mirada, y aunque intentes disimular, tus labios mordidos, tus músculos de la cara tensos, y tus fosas nasales más abiertas de lo habitual te delatan. ¡Admítelo! Te encantaría levantarte y darle dos hostias, las mejores de tu repertorio. Disfrutarías reventándole el cráneo de un puñetazo, o despedazándole como plastilina; o mejor aún vaciándole la sangre de sus venas, como un sediento bebe con saña una botella de agua hasta retorcerla. Sangre… te relames.

Respiras hondo, bajas los párpados, giras en círculo el cuello, y escuchas madera podrida crujir. Es lo único que retumba dentro de ti, y ya no eres capaz de discernir en qué te has convertido. El corazón no golpea el pecho, los intestinos no se retuercen como lombrices, el estómago no resuena, el aire que absorbes no lo respiras. Estás rodeado de impertinentes mosquitos, que te rodean con zumbidos que te producen escalofríos, que te desconciertan. Una voz dentro de ti te incita, te provoca; quiere que actúes. Sigues conteniéndote.

No aguantas más la mirada del payaso de enfrente. Y no te lo piensas dos veces; nunca lo has hecho -reflexionar las cosas-, y no tiene pinta que sea hoy el día de la conversión. Te has levantado, y avanzas un par de pasos. Él reacciona devolviendo con cierta torpeza su atención al libro, y con mano temblorosa pasa una página. Te tomas unos segundos, y el individuo se ha convertido en estatua de arcilla. Tu voz interior grita “¡destrucción!”. El metro frena con brusquedad, la gente se desplaza como péndulos de un lado al otro. Al tipo se le cae el libro al suelo, y al agachar su cuerpo para recogerlo descargas una patada frontal, con tu empeine, sobre su cabeza. No notas dolor alguno en el pie; él emite un gemido lastimoso al mismo tiempo que escuchas un chasquido a la altura de su espalda, que se pliega como una lámina de cartón. Se derrumba sobre el suelo. Como un surtidor, de su cráneo brota la sangre a chorros.

La gente se aparta despavorida de tu lado. Ojos muy abiertos, suspiros, incluso pequeños sollozos emiten. Es su forma de decirte que te tienen miedo. Algunos se mantienen paralizados. Sueltas una gran carcajada. Un charco de sangre te cubre los pies. Te agachas y hundes uno de tus dedos en el líquido viscoso. Rebañas como si fuera mayonesa, y contemplas tu dedo, bañado en flujo ocre que gotea, como un helado derretido. Te lo llevas a la boca. Te sabe a miel. Una anguila eléctrica serpentea por tu cuerpo; te notas eufórico, ¡muy eufórico! Sientes calor, tus músculos endurecerse como hormigón armado. Muchos de tus vecinos de vagón prorrumpen en alaridos, otros aporrean las puertas y ventanales. Has probado el sabor de la sangre, y ahora sólo piensas en darte un festín a costa de esos desgraciados.

El metro reanuda su marcha, y sentado en tu sitio, con la gabardina perdida de sangre, y acompañado por un puñado de cadáveres, desmembrados unos, secos como uvas pasas otros, recorres tu mano izquierda por los labios húmedos. Estás saciado, y por fin te sientes reconfortado; ahora, dentro de ti, oyes vivir.

4 comentarios:

David dijo...

A veces me pregunto hasta qué punto te influyen ciertas narraciones.
Y no me refiero sólo a la Crónica de Madrid.

Muy bueno.

Anónimo dijo...

Al ver el dibujo pensé que dirías algo de algún libro tipo 'La historiadora o algo así...' pero ya veo que era drácula.. el que relataba..menudo miedo ir en metro a trabajar..jejejeje

RCP

Munones dijo...

Espero que la próxima partida de rol no seas tu el webmaster porque sino vamos a pasar un poco de miedo...

Achi dijo...

Me ha encantado esta frase:

"¡Admítelo! Te encantaría levantarte y darle dos hostias, las mejores de tu repertorio."

Repartiendo ahí, a diestro y siniestro jajajajaja

Me gusta la voz narrada en segunda persona, intentando incitar al lector a que sienta lo mismo que el narrador... si el próximo día a las 7 de la mañana me pongo a pegar patadas a los pasajeros de la línea 6 ¡Te acusaré a ti! :P jajajjajajjajaja

También me gusta la forma esa entre violencia y humor sarcastico del personaje ¡Necesita un psiquiatra ya! Y que le encierren, claro.

Muy bueno!

¡¡SALUDOS!!