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28 junio 2006

A por ellos - cuarta parte (y para casa)




Como bien dice la canción "Lo más probable es que lo merezco pero no lo quiero, por eso me voy, ¡qué lastima pero adiós!, me despido de ti y me voy".

Una vez más pido disculpas por saltarme otra crónica de España (la tercera parte), pero el partido de colegas entre Arabia Saudí y los suplentes de España sólo lo disfruté 20 minutos (causas de ello, lean próximo artículo en escribir), y no consideré como tal hacer crónica. Pedidas disculpas, rezada la canción, secadas las lágrimas, y enfriada mi rabia hacia los árbritos de la triple E (exóticos, excéntricos y esperpénticos) me hallo en disposición de hacer la última crónica futbolística española de este mundial.

Pudo y no fue al final. Ése fue el razonamiento de un partido que destiñó las camisas de la Furia Roja, afición que sufrió y lloró por su equipo. Una vez más salimos al terreno de juego ganando 3-0:

- 1-0, gol de MARCA al decir que Zidane estaba acabado.
- 2-0, gol de Andrés Montes (el tiki-taka de la Sexta), diciendo que había soñado con una victoria de España (que le examinen en el psiquiátrico).
- 3-0, gol de AS, al proclamar la gran calidad y técnica de Raúl, que sería vital para la victoria.

Francia venía de haberse clasificado ajustadamente en su grupo, bastante adsequible. Una selección vieja, lenta, en penumbra, sin gol y sin ambiciones partía en desventaja frente a nosotros. Asumieron el papel secundario de un partido que se presumía intenso pero facilón. Lejos de la realidad, Zidane y sus muchachos demostraron que aún conservan la solidez y seguridad defensiva con la que lograron tantos éxitos años atrás. Plantearon un partido defensivo, conservador, intentando pillarnos al fuera de juego; y les salió a pedir de boca.

El Sahara (el pub donde vemos los partidos del Real Madrid y de España, aparte de realizar otras actividades lúdicas tales como el Virtual Striker y los dardos) se llenó de gargantas al rojo vivo, preparadas para divertirse y vibrar. Todos eran cánticos positivos, y nadie apostaba por tan siquiera un empate. El abuelo arropaba con sus berreos teñidos de cerveza a la hinchada alevín concentrada en el local, y el resto se limitaba a seguir los cánticos.

La primera parte pintaba genial para nosotros; buen juego, agilidad en el centro del campo (Fábregas, un crack), pero falta de oportunidades. Una y otra vez la Selección se empotraba contra el muro galo, cimentado por Viera y Makelele, dos máquinas de podar rodillas y juego. Raúl se olvidó las piernas en el vestuario (a lo mejor se las segó en el vestuario Makelele), y nuevamente le veíamos deambulando por el terreno de juego como un pollo sin cabeza; y es que Aragonés, cometió a mi gusto un terrible error: no usar las bandas. Francia no es una selección que deje muchos huecos. Son lentos y les gusta jugar a la defensiva. Lo suyo hubiese sido jugar por las bandas, con Joaquín, Luis garcía o Reyes. Sin embargo la tozudez de entrar por el centro nos trajo nulos resultados.

En el bar había inquietud; todos veíamos a la selección volcada en ataque, buscando la portería rival, pero sin éxito. Y cuando ya firmábamos el empate a cero al descanso, una jugada de no me acuerdo quién acabó siendo penalty, tras claro derribo de Viera; fue lo único bueno que pitó el colegiado italiano. Villa agarró el balón, miró a Barthez, cogió carrerilla y ejecutó un disparo pegado al poste derecho: impecable, 1-0 y alboroto general entre los presentes. No disponíamos de grandes jugadas de ataque, pero aquel gol dio mucha tranquilidad, demasiada a algunos, como Puyol y Pablo, que aún siguen buscando al francés que se les coló por medio para batir a Casillas, transformando el 1-1. Nos empataron en menos de 10 minutos, y otra vez teníamos que volver a buscar gol. Pernía, poco antes del descanso, sacó astillas a la escuadra con un zapatazo de falta directa; eso y el penalty fue lo más destacado en los primeros 45 minutos.

Llegó el descanso, y con él las tapas de ensaladilla y jamón en el bar. No sé si fue la extraña combinación de la mayonesa con la coca-cola pero ya no veía el partido con la misma tranquilidad de antes. Los franceses se habían crecido con el empate. Habían visto que jugando atrás, buscando el contragolpe, podían sacar oro. Esto no pintaba nada bien.

El sabio de Hortaleza (que nuevamente nos deleitó con un carrusel de gestos, enfados y sonrisas sacarronas) tardó 57 minutos en entender que Raúl había sido abducido por los extraterretres, y junto con Villa se fue al banquillo. En su lugar, Joaquín y Luis García, refresco de extremos; un excelente cambio, no sólo de jugadores, sino de planteamiento. Ambos explotaron las bandas de ataque, y Francia se vio obligada a salir de la cueva. De todos modos seguíamos sin hacer ocasiones de gol, con una jugada inocente de Joaquín como jugada más destacada.

Francia despertó de su siesta ofensiva, y se fue a por el partido. Habían visto nuestras dificultades para llegar a portería, y eso añadido a la lentitud de la zaga les motivó. El tal Rosetti, un mafioso del silbato, ayudó a Francia en su cruzada de ganar el partido. Y así, con tanta falta ñoña pitada, a 7 minutos para el final del partido se sacó de la manga una falta de Puyol a Henry, el cual en su máximo apogeo circense cayó fulminado a la hierba (fue lo único bueno que hizo en todo el partido, además de sus 17 fueras de juego).

Libre indirecto que cuelga Zidane al área, peina hacia atrás Xavi Alonso, y Viera engatilla el 2-1; España entera enmudece, los gritos de ánimo se ahogan, y los corazones experimentan ligeras taquicardias. En el Sahara todos callamos, sólo se oye al Francis sirviendo las copas; tardamos varios segundos en reaccionar, pero no nos venimos abajo; aplaudimos con ganas, aunque muchos ya saboreábamos la derrota, un Mundial más.

Le llamaron jubilado, acabado, lento, incapaz, calvo, pero agarró un pase, dribló inteligentemente a Puyol y engañando a un desconcentrado Iker Casillas fusiló a los aún optimistas. Mazazo del mago Zidenine, que jubiló a la selección española: 3-1 y ¡sí, sí, sí, nos vamos pa Madrid!. La gente empezó a abandonar el local, a pedir copas, a jugar a los dardos, a rebañar la ensaladilla rusa,... todo con tal de no ver el pitido final. ¡Ah! Unos minutos antes del 2-1 salió Senna por Xavi, pero para lo que hizo no merecía la pena comentarlo.

A pesar de la patética actuación del colegiado (cuya madre presumo fue mentada varios millones de veces), del horroroso ataque español, desconcertante Raúl, impío Casillas hay que ser justos y aplaudir a la selección francesa por su buen juego y excelente táctica, a Zidane por callar bocazas mediáticas, y personalmente mi aplauso a la Selección española por sus ganas e ilusión (al menos eso nunca nos falta), y especialmente a Luis Aragonés, pues ha apostado por un esquema de ataque fiel, y prefiero irme de un mundial matando que no jugando a la defensiva.

Ya queda menos para el próximo Mundial, y se me abren ciertas incógnitas: ¿Seguirá Luis Aragonés al mando del equipo? ¿Raúl y Guti se fusionarán en un "super paquetón"? Y la más importante, ¿seguirá este blog vivo para contarles las nuevas andazas de España? habrá que esperar, y sobre todo SOÑAR.

-- FIN DEL MUNDIAL --

2 comentarios:

Anónimo dijo...

mala suerte, tenemos la mejor selección y perdemos,...

Anónimo dijo...

Que le vamos a hacer, Zidane esta vez no jugaba solo.