
-Son las doce horas, un minuto y quince segundos, doctor.
El doctor Jiménez contempla a su ayudante de quirófano, con el bolígrafo apoyado en el papel; luego, a su paciente, inmóvil en la camilla y con una incisión bastante profunda a la altura del estómago, de la que aún sigue manando sangre. Suena, monótono, el electrocardiograma. El doctor no puede ocultar la sonrisa.
-El paciente nos ha durado cuatro horas. Cuatro, no cinco. Perdiste.
El ayudante asiente en silencio. Ha empezado a coser el estómago, al tiempo que se plantea de dónde va a sacar el dinero esta vez.
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