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24 agosto 2010

Parpadeos - 35 (Inodoro)




Claudia nunca pudo oler. Nació con su olfato muerto; inerte de sentimiento. El mundo para ella carecía de aroma, de tueste. Cuando la conocí, ambos nos habíamos perfumado. La susurré al oído que me encantaba su fragancia de lavanda; ella no dijo nada acerca del mío. Sin embargo, me dijo que mi piel era suave y salada cuando la besó.

Con un tono despreocupado y lento me lo contó, envueltos en aroma de tierra mojada, muy juntos. Así que desde aquel instante decidí enseñarla a oler desde sus otros sentidos: el mar, como una caricia de madre; los geranios de mi patio, una rodaja de sandía húmeda y fría; mi perfume, las raíces que dibujan sobre el cielo unos relámpagos; la bolsa de basura casi llena, un aullido de coyote en la noche del desierto. Cada día me empeñaba en mostrarle a qué olía cada cosa: buenos y malas esencias. Con compromiso y cariño.

Sin embargo, nunca llegué a explicarle a qué olía el gas; y aunque lo hubiera hecho, el día que la caldera dejó escapar aquella bruma invisible, en nuestro piso, Claudia no pudo escucharlo, observarlo, rozarlo; tan siquiera saborearlo. Intento desde entonces usar mis otros sentidos para recordar su fragancia de lavanda, remota para mi olfato.

1 comentario:

Loriana dijo...

... No puedo oler tu perfume cada vez q estoy contigo :(, pero de mi vista nació el amor q siento x ti.
Te Quiero.