
Levanto la cabeza de mi ordenador, y ahí está, inquisitivo, sin quitarme sus ojos de enmedio, en un duelo de miradas digno de Western. Es Ramírez, compañero de trabajo; seco en el trato, frío en sus palabras, sarcástico e individualista. Hoy se ha atrevido a mirarme fijamente, con sus ojos de comadreja, negros y pequeños.
Llevamos con este singular cara a cara cinco minutos, y es cuando descubro un hilo de sangre asomando por su boca, seguido de una convulsión violenta, para acabar desplomado en el suelo.
Tengo que dejar de matar a mis compañeros de trabajo cada vez que me retan con la mirada...
1 comentario:
Me parece que una visita al psicologo no esta demás. JEJEJE
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