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21 marzo 2007

Abrazo en las tinieblas




Desde que traspasó el marco de la puerta que daba acceso a los aposentos de Sarah sabía qué iba a pasar, con tanta precisión que un ligero escalofrío - mitad de emoción, mitad de pavor - le recorrió todo el cuerpo, haciéndole temblar.

Ella le miraba fijamente, pero con una dulzura tal que no tuvo que decirle nada para que se sentase a un lado de la cama junto a ella. Seguía mirándolo, y él a ella también; los minutos pasaron lentos, pero a ninguno de los dos le importó, pues la comodidad de una buena conversación con la mirada es un placer que no se disfruta todos los días.

Su brazo rodeó cariñosamente la espalda de Chris, y éste respondió acariciándole uno de sus muslos, recorriendo con la mano desde la cintura hasta la rodilla; pero el tacto que desprendía su desnuda piel era gélido, como si su mano sosteniera un bloque de hielo. Ella, que adivinó sus pensamientos, sonrió y cómplice respondió a la caricia con su lengua, lamiendo cada rincón del cuello del muchacho. De nuevo se incorporó hasta la altura de sus ojos, y sin dejar de masajearle el torso, le dijo:

- Amigo mío, parece que estamos llegando a la última fase de tu aprendizaje, ¿estás excitado?
- Excitado, nervioso y aturdido, pero es un camino que acepté hace mucho tiempo, y lo que más siento ahora mismo es emoción y curiosidad.

Sarah volvió a reír. Su risa era clara y abierta, contagiosa, y por lo que interpretó el joven, un signo de aprobación a sus últimas palabras.

- Durará poco, pero será algo que recordarás el resto de tu vida - dijo la vampiresa guiñándole un ojo.

De nuevo su mano acarició con intensidad cada parte del cuerpo de Chris, el cual, relajado, con los ojos cerrados, disfrutaba del momento; no sabía que aquella imagen, la de Sarah mirándole intensamente, sería la última imagen que sus mortales ojos verían. Poco a poco, suavemente, muy lentamente, ella fue besándole empezando por la quijada de la mandíbula, y bajando poco a poco hasta el centro del cuello, congelando cada instante, haciéndolo suyo, sintiéndose poderosa.

Algo frío y penetrante atravesó de pronto la piel de Chris, pero cuanto más tiempo pasaban esos colmillos dentro de él más y más calor sentía por dentro. Era una sensación que le inundaba de placer, excitándole al máximo. Mientras tanto, Sarah, le absorvía trago a trago la vida. En un momento dado, habiendo perdido la noción de tiempo, el calor que dentro de él le recorría la piel empezó a menguar, y de una alteración total de sus sentidos, como una anestesia, su cuerpo empezó a sentirse cansado, dormido. Sarah extrajó con calma sus colmillos, lamió la herida, y posando la cabeza de Chris sobre su antebrazo, se provocó una pequeña herida con un cuchillo y le invitó a beber. Dio pocos sorbos, demasiados pocos, pero suficientes para crear un lazo de unión con ella, que le permitiera ingresar en aquel club tenbroso de la noche. La vampiresa separó la sedienta boca de Chris, dejándole tumbado sobre la cama, satisfecha de él.

No sabía cuánto tiempo había pasado en ese estado, pero la agonía que palpitaba fuerte en su conciencia le hizo levantarse con una horrorsa sensación de sed que jamás había experimentado. Necesitaba imperiosamente el fluido vital, su alma negra así lo solicitaba.

Frenéticamente giró brusco el cuello de un lado para otro de la habitación, pero sus ojos sólo distinguían el rojo infierno en el que estaba entrando.

- Por fin despertaste bella durmiente - habló apoyada desde una esquina Sarah, mientras miraba con precisión sus cuidadas manos -. Lo que necesitas ahora mismo está esperándote tras la puerta de servicio. No lo dejes todo perdido, por favor.

Algo en su cuerpo le obligó imperiosamente a incorporarse de un salto, a lanzarse sobre la puerta, a destrozarla de un puñetazo, y a recoger lo que necesitaba. Y allí estaba, una chiquilla; no la reconocía, aunque seguramente en otro momento de su ya extinta vida sabría quién era, incluso podría haber mantenido una conversación, o un revolcón casual.

Ella le miró impresionada, con los ojos muy abiertos, y no pudo articular palabra, pues Chris se abalanzó como una fiera sobre ella, la arrojó al suelo e instintivamente, sujetándole con mucha fuerza sus muñecas, le clavó intensamente los colmillos a la altura de la carótida, tragando con ansía aquel hilo de vida que le asociaba con las tinieblas. Cuando terminó, miró alrededor, preguntándose en qué diablos se había transformado; "exacto, en un diablo", se respondió a sí mismo. La habitación apareció decorada con grandes manchas de sangre y trozos de carne de aquella muchacha, que en vida quizá fuese muy feliz, pero que en su muerte vio la oscuridad que nunca hubiera querido ver.

Regresó a los aposentos de Sarah, que despreocupada seguía limándose una de sus uñas. Su cara de satisfacción, tornó a nostalgia cuando vio a Chris cómo vomitaba con violencia pedazos de carne que poco a poco fue identificando: estómago, hígado, pancreas,... Mientras el joven seguía de rodillas, en su agonía de dolor, expulsando aquellos recuerdos de vida, ella se acercó, le acarició la cabellera, y con amplia sonrisa dijo:

- Bienvenido a la "nueva vida", pequeño vampiro.

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