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22 octubre 2010

Vidas en Sueño - 75 (Intercambio de héroes)





Dos tipos con sus zapatos lustrados y montura de gafas de oro blanco están sentados, uno frente al otro, tras la mesa de juntas del ayuntamiento. Tienen las mejillas sonrosadas a causa del burdeos que se han pimplado en la comida, hace aproximadamente una hora. En la habitación flota una nube de montecristo mezclado con el morado de los billetes que sobresalen por uno de los maletines. El más calvo de los dos (porque ambos sufren de alopecia), Valentín, carraspea, agradece al otro tipo la comida y abriendo en abanico las manos comienza a hablar muy lento, como si el chuletón de buey del almuerzo se le hubiera encajado en la mandíbula:

-¿Entonces hacemos el intercambio?
-No. Ya te he repetido varias veces que Spiderman es indispensable. No puedo deshacerme de él.
-Joder, Matías, eres duro en las negociaciones -le reprocha Valentín a su amigo, y mece entre sus manos un vaso ancho con whisky del caro.
-Ya te he dicho que no voy a entregarte a Spiderman. -Da una calada al Montecristo y deja escapar el humo en aros perfectos-. Es inútil que lo sigas intentando.
-Aparte de los cien mil euros, te ofrezco a Batman.
-No.
-¿Al Capitán América?
-No.
-¿Al hombre de hielo?
-No.
-¿Al de fuego?
-No.
-¿Quizá a La Mujer Fantástica?
-No sigas. -Matías juguetea con el puro entre sus dedos rechonchos. En su tono de voz se nota, en cada intervención, menos rotundidad.
-¿Y a Superman? Es un buen trato: el maletín lleno de billetes más Superman, a cambio de Spiderman.
-¿A qué viene tanto empeño con que te venda a Spiderman? Pensaba que tenías la ciudad controlada de sobra con toda esa pandilla de héroes.
-La tengo. Es un capricho: siempre he admirado a Spiderman. ¿Qué me dices a la última oferta?
-Te digo que eres un jodido cabezón.
-Me gusta conseguir mis deseos. -Con el dedo dentro del whisky, Valentín escruta el gesto de su colega-. Bueno, si no quieres a Superman te puedo ofrecer a Superlópez, que para el caso es lo mismo.
-¿Superlópez? ¿Me tomas por gilipollas?
-Fuma, Matías -le dice casi a susurros Valentín-. Fuma y medita la oferta siguiente: el maletín, Superman y, porque entre amigos nos tenemos que favorecer en los acuerdos, Lobezno.
-La verdad, suena cojonudo.
-¿Tenemos trato, Matías? ¿Tenemos trato?

Matías comienza a recortar la ceniza de su puro con el borde plateado del cenicero. Concentra la mirada en ver cómo cae la ceniza, cómo se va redondeando la brasa del puro. La ciudad se rebulle tres los ventanales de la sala donde están los tipos. El maletín brilla con el sol de la tarde. Valentín tamborilea el cristal de su vaso de whisky; se muerde el labio inferior. Pasa un buen puñado de minutos y ambos siguen en las mismas posiciones. Matías exhala una honda calada, sin aros, que se estampa contra el ventanal. Se incorpora de su sillón y coge el auricular del teléfono.

-Lucrecia.
-¿Sí, señor alcalde? -responde al otro lado de la línea una voz chillona.
-Llama a Spiderman: que venga a mi despacho inmediatamente con el equipaje preparado.
-Sí, señor alcalde. ¿Algo más?
-No. Bueno, sí. Una cosa más, Lucrecia: busque un par de apartamentos, amplios y bien ubicados en el centro de la ciudad.

1 comentario:

Martuki. dijo...

Me ha gustado, lo único, que cuando empiezan la conversación para hacer el trato de los héroes, te expandes mucho.
Es la única peguilla que le pongos.

Besitos hermano.