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03 junio 2008

¿Cómo es ser un murciélago rabudo? (David Lodge)




Bueno, pasamos gran parte del día colgados. Colgamos de cuevas, grietas, debajo de aleros, dentro de tejados, de cualquier parte que sea oscura y caliente. Preferimos las cuevas. Colgamos del techo y cagamos en el suelo. Sólo que parece que colgamos del suelo y cagamos en el techo, porque estamos boca abajo. Cagar boca abajo es un arte. La cagada genera calor cuando se descompone; también, por descontado, olor.

Cuando oscurece salimos a comer, sobre todo insectos. Nos los tragamos en pleno vuelo, por medio de nuestro equipo de radar.
Bip, bip, bip, bipbipbip, ¡PUM! Puedo zamparme dos moscas de la fruta en un segundo, volando a ciegas. Tom Cruise, muérete de envidia.

Luego volvemos a la cueva y cagamos en el suelo. También cagamos durante el vuelo, para reducir el peso que transportamos. Cabría decir que cagar es una de nuestras ocupaciones principales en la vida. Comer insectos y cagar.

El sexo no es tan cachondo, a decir verdad. Sólo follamos seis semanas al año; toda la colonia está en celo al mismo tiempo. Es fácil imaginar la escena: miles de tíos merodeando por la cueva, entregados al frenético intento de condensar doce meses de jodienda en seis piojosas semanas. Tu salud puede resentirse gravemente.

A las mujeres sólo les interesa una cosa: tu esperma. Tienen una especie de truco ginecológico para mantenerlo dentro de sus vísceras hasta el momento en que quieren quedarse preñadas. Entonces se van folladas a una cueva semillero en algún lugar caliente para tener a las crías. Sólo se permite la entrada a mujeres y niños. En la cueva de los tíos nos colgamos y nos la cascamos.

No me importaría si las mujeres cuidaran como es debido de los recién nacidos. Pero cuando salen a comer, dejan a las crías solas, en grupos de juego sin vigilancia, rodando por ahí y peleándose, en medio de todos los murciélagos y cadáveres de insectos y cáscaras de frutas que hay en el suelo de la cueva. O bien se cuelgan en hileras de las paredes y techos y a veces los pobres cabroncillos se caen de la percha y van a parar al suelo, o intentan volar antes de tener el radar afinado y sufren accidentes y se estrellan contra las paredes o los unos contra otros. Nuestro índice de mortalidad infantil es una vergüenza.

Si sobrevives a la crianza, sin embargo, la esperanza de vida es muy buena. Puedes llegar a vivir diez años. Yo tengo nueve y medio.



Extracto de "Pensamientos secretos",
de David Lodge

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