“Además, el pollo rebozado siempre humea demasiado, amigos. Por todas estas razones les recomiendo que se lo hagan a la plancha con unos tomatitos. Y ya saben: coman frutas y verduras, beban mucha agua, tomen leche de soja y condimenten lo imprescindible con sal del Himalaya. Y todo hervido, que conserva mejor las propiedades”.
Julio apaga el televisor y el salón se queda a oscuras. En la soledad, recordando aquellas discusiones por culpa del colesterol, añora la coliflor, la merluza hervida y las otras porquerías. Su mujer se llevó la olla express y la sal del Himalaya.