
Un apuesto joven al que besó en los labios con dulzura se fue transformando poco a poco en algo parecido a un sapo: primero, los ojos amarillentos; luego, escamas por toda la piel. La princesa no pareció sorprenderse. En lugar de croar, el sapo puso rumbo a la salida dando pequeños botes, en silencio. Cogió al sapo por una de sus ancas y lo arrojó al estanque desde su ventana, junto a los otros sapos. Cada vez tardaban menos en transformarse.
2 comentarios:
ya tenía práctica... en hacer sapitos..!!!
Este precioso relato te ha llevado a ser finalista!!!
Felicidades por tu logro, amore!!!!
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