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La de los días de lluvia llevaba impermeable amarillo y paraguas rojo. Iba descalza y chapoteaba sobre los charcos con sus pies desnudos como un gorrión. La de los días de lluvia era una muchacha de no más de veinte años; quizá tuviera más, pero sus carcajadas al estirar los brazos y abrir la boca para recoger el aguacero me hizo verla como a una adolescente sin más preocupaciones que vivir cada instante. Observarla con las palmas de sus manos estiradas y una sonrisa abierta que mostraba los dientes me reconfortó la noche que accioné el gatillo de mi rifle, desde la ventana de mi séptimo piso, apuntando a su impermeable amarillo; era ella la de los días de lluvia y yo el de las noches de luto. Cada cuál buscaba su felicidad. Y todos contentos.
3 comentarios:
Animalito, oiga!!!
Un poco tétrico ¿no? Bueno, suerte.
Un saludo indio
Siempre son tétricos, amigo. Ya veo que lo tuyo son los micros; me di un garbeo por tu rincón y me gusta lo que tiene, hay fuerza :)
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