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Avanzó hacia la fragua, dejando tras de sí el sonido hueco y calcinado de su bastón. Se dejó envenenar por las habladurías, y decidió comprobarlo con sus propios ojos. Una vez llegó hasta el horno de la herrería, apoyó la muleta en una mesa de cobre y dejó arrastrar con suavidad su pierna inerte. Asomó la cabeza: los rumores eran ciertos. Sobre la paja que cubría espadas forjadas por él, su esposa se fundía con otro cuerpo de fuego y rizos. Se abrazaban dejando tras de sí una estela de hierro fundido. Sus cuerpos martilleaban el metal salvaje con caderas de plomo, y enfriaban al infierno con agua de sus entrañas. Su esposa acariciaba el yunque, y el yunque aguantaba el peso del martillo con astillas de fuego. El marido, cojo y gélido, negó. Luego, tiró de una cuerda. Los amantes quedaron atrapados por una fina e indestructible red de plata. Él se encargaría de templar acero.
2 comentarios:
wau, pablo, me dejas con la boca abierta
wau, pablo, me dejas con la boca abierta
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