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31 julio 2010

Vidas en sueño - 71 (Clac)




Alfredo decidió suicidarse. Acabó de convencerse mientras daba vueltas en “la centrifugadora”, una atracción con dibujos anticuados y oxidados que, junto con otras, regalaba destellos, sonidos y humo denso a la noche de junio. Crujió algo dentro de él, o quizá fuera, al recordar en la cola de los tiques a una pareja que se besaba. Notó el chasquido, como el de un tronco seco en una hoguera. Eran las fiestas locales de Cuenca, o las regionales; no estaba muy seguro. Tampoco le importaba. Solo sabía que era festivo, y que estaba solo. Punto y final. Daba vueltas dentro de un cilindro gigantesco, atado por los hombros y el abdomen. Vueltas, vueltas, vueltas alrededor de un eje empeñado en expulsarlo de la centrifugadora. Afuera: algodones de azúcar, besos de junio y bocinas. Compartía el remolino de aire con un puñado de personas, que gritaban y reían. Alfredo se mantenía en silencio, a la merced del aire, que en cada vuelta apretaba su vientre con más saña. Un cartón despojado de su humedad, apunto de partirse en dos; o en tres. Un cartón vacío, sin nadie a quién contener.

Estaba callado. Una voz retumbaba más allá de sus intestinos. Alguien había sitiado su carne, su sangre; había tomado el atril y le regañaba. Cada grito, un portazo, una hostia de viento. Imágenes de ella, que se proyectaban entre sus ojos y los cristales sucios de las gafas. Trozos de sí mismo, de la película de su vida, con el mismo ruido de centrifugadora calcificada. Rostros que se borraban en parte, que se escurrían por los bordes; besos de gárgola, que quedaron huecos con el peso de los días. La centrifugadora aceleró y el aire estiraba su pelo hacia atrás. Giros sobre la nada; por nada; hacia la nada; hasta la nada. No sentía mareo. Alfredo se concentró en lo que tenía enfrente, que no era si no el borrón por donde había pasado ya una y otra vez. Su mirada hacía de lastre dentro de una centrifugadora. Una vez en el mismo punto, observando sombras difuminadas, a sí mismo hace unos segundos. Se imaginó la centrifugadora repleta de versiones de él: tachadas, mal definidas y sin color. Chasquidos, gritos de atención; voces adulteradas por sus propias manchas, por las caricias robadas a través del olvido. Un elenco de prototipos deformes que no sonreían, y de cuyos ojos solo se podía apreciar los siguientes; y los siguientes; nunca los suyos propios. Una cena sin recoger. Entre aquella maraña de fantasmas, Alfredo se trasladó hasta su salón. La mesa estaba abarrotada de cacharros y por eso había vuelto: para ver los platos sucios, con la comida reseca pudriéndose, y comprobar que la mierda no se había movido de sitio. El mantel tenía una capa de polvo. Imaginó que pasaba sobre él las yemas de sus manos. Nada. Una cena inacabada, centrifugada con agua fría.

Retornó al carrusel oxidado. Aquel trasto seguía dando vueltas sobre la boya: una peonza loca. Un rodeo de Alfredos superpuestos. Ecos de una sonrisa, saliva de los labios que nunca más besaría. Retorcer de vigas bajo sus pies. Miro hacia abajo y se mareó; no por la centrifugadora, si no por el vacío: el trozo de él raptado por ella. Se marchó del piso y le dejó allí, sentado y con la servilleta aún enganchada sobre la camisa azul. Alfredo y los restos de la cena; ella, cerrando con fuerza la puerta de entrada a su piso. Noche de Junio en Cuenca.

Terminó la centrifugadora. “Todo acaba”, debió pensar Alfredo, al ver sus sombras regresar a él, y devolverle la imagen de rostros distintos, aún con el vértigo de las vueltas en sus ojos y barrigas. Todo acababa, menos el último beso que ella no le quiso dar. Una cena incompleta, insulsa. Bocinas y crepitar de alguna otra atracción cercana. Alfredo se quitó las gafas. Limpió las lentes con su camiseta. Era una noche de calor y de vueltas, y Alfredo sabía perfectamente que estaba incompleto. Solo en Cuenca. Se encaminó hacia el piso que tenía alquilado, arrastrando los pies sobre la gravilla del recinto y con las manos en el bolsillo; la centrifugadora había abierto los postigos del ventanal.

26 julio 2010

Parpadeos - 34 (Silencio en Barajas)




Las hormigas cazan en grupo. Toda la colonia sale de su agujero de arena, y muerde al mismo compás. Creo que son mis tripas a las que ahora atacan; entrañas de vainilla, de organdí, de mar. Mis tripas, abiertas sobre las teclas de mi ordenador, que conversa contigo. Bloqueo de dedos ante tu perfume de vainilla, que poco a poco ensancha el salón. Las paredes son de goma, y el pájaro, tranquilo en su jaula, duerme por los dos. Hormigas que barruntan a coro desde el monitor. Se amontonan y me clavan sus colmillos. Dulce escozor, que sabe a melaza. Silencios que pesan en pocos minutos lo mismo que toneladas de plomo. Plomo caliente, devorado por las hormigas, sobre el balasto de una carretera a medio construir. Silencio en Barajas porque tecleo. Porque te tecleo; te leo y te tecleo. Enmudece la ninfa.

Respiro tu tabaco a través de las risas verdes que escribes. Respiro hormigas, que me invaden, que me acosan con sus patas hundiéndose en mi carne; dejan un rastro de cosquillas y pimienta. Respiro entre la orilla del mar y el abandono de la tarde, bajo el techo de un porche blanco con ventana azul. Estrellas que gotean; tu vainilla, la piña fresca, el rojo intenso de la picota masticada. Huesos de almohadilla, pulso de soñador, un pájaro que descansa en su esquina, aguardando, quién sabe, a que lo acaricies con tus dedos. Y avanza cálida la noche porque mi ventilador es un inválido ahora mismo. El teclado cruje bajos mis dedos. Se adormecen con la canción que me susurras. Propón letra, y enseñemos a las hormigas a silbar. Intestinos que son de aire, caliente, empujado por un ventilador. Espejo que brilla en la noche de Barajas. Testigos que duermen en lunes de madrugada; tú y yo, arrastramos la cadena de las horas. Las mismas que teclean la espera. Vainilla que florece.

Sol que nace, que se pone, que nace y se cae. Luna que justifica las horas que permanezco sentado, distante sin quererlo. Hormigas que roban, que arañan y escarban la tierra húmeda de la madriguera. Hormigas valientes, impulsivas, que se comunican con sus antenas las unas a las otras; me chillan un dialecto invisible, formado por millones de patas en movimiento: el lenguaje de la prolongada cosquilla. Dedos de marfil, que pelan el caparazón de una piña para que la saborees, para que confundas su néctar con tus sueños. Esteparia noche en Barajas, acosado por las hormigas; hormigas que salieron de tu guarida. Las mismas que ahora conquistan mis tejidos con autoridad. Picotas maduras que caen sobre la tierra, y que la empalagan de azúcar y primavera. Te leo y escribo sobre un mapa la dirección del camino que se creó de una dualidad; encrucijada inesperada, que de puntillas me acercó a ti.

Pies silenciosos, que acompañan al ventilador y al respirar de una ninfa durmiente. Barajas ilumina la procesión de hormigas. Huele a ti la mañana; la tarde; la noche. Perfume de vainilla, de antenas al sol. Luna llena que habla desde el alféizar de mi ventana. Desliza comentarios de tus ojos y de tu boca, codeándose conmigo: la amistad de toda una vida. Guiña la cara oculta al sol y yo pronuncio tu nombre con la fuerza de un cuchillo que parte la coraza de una piña. Palabras que transporta el sueño, en plata, en la calidez de Barajas, cuando la madrugada trae hasta mis entrañas tu hilera de hormigas que cazan en grupo.

22 julio 2010

Parpadeos - 33 (Fotografías borrosas)





Antes trabajaba como fotógrafo; ahora estoy incomunicado en una habitación cerrada y con las paredes forradas de almohadillas, como las de los estadios de fútbol. Incomunicado, cebado con pastillas de colores y tumbado en la cama, sin nada mejor que hacer. A través del zócalo entra el sol de la tarde; perdí hace meses el interés por verlo desaparecer todas las tardes.

Aburrido y solo, en una celda de cuatro por cuatro metros. Y todo por culpa de las fotos. Mejor dicho, por culpa de aquella figura negra que se colaba tras las personas que fotografiaba por la calle. El doctor dice que no se ve ninguna sombra en las fotos. Distribuye sobre la mesa de su escritorio las fotos, del mismo modo que un trilero haría lo propio con una baraja de naipes. Según el doctor, todas las caras que aparecen en ellas coinciden con los que fueron asesinados un febrero de hace siete años. ¡Yo le grito que sí, que ahí está la sombra! ¡Que se compre gafas nuevas! ¿Es que acaso no ve el maldito borrón? El doctor me pregunta después que si sé lo que he hecho. Por supuesto que lo sé: sacar fotos. Luego, me recuerda el cuchillo ensangrentado que halló la policía en mi apartamento, los trozos de carne en la nevera, los análisis de ADN que coinciden con los muertos. No sé a dónde quiere llegar con todo esto, que le pregunten a la sombra, ¡que la busquen! Yo no los maté, fue la figura negra, siempre difuminada, siempre sosteniendo un cuchillo en alto tras aquellos pobres desgraciados que se dejaron fotografiar una vez, solo una vez, por mí.

21 julio 2010

Vidas en sueño - 70 ()






(Nota del autor: Entrada suprimida porque va a participar en concursos, y es necesario que tenga la exclusividad. Si alguno quiere leerlo, se ponga en contacto conmigo ^^)


18 julio 2010

Parpadeos - 32 (Miscelánea de anuncios clasificados en cajón de sastre)




SE VENDE estación de metro abandonada, en el centro de Madrid. Rótulos oxidados, luces parpadeantes, bolsas de basura de las que salen de vez en cuando enormes ratas blancas. Ambiente de calor y olvido. Ruido lejano de chirriar de trenes; opcional, ecos graves de tapas de alcantarilla al paso de coches. Precio a convenir, según historia y personajes en acción.

***

SE REGALA coche deportivo color rojo. Alerón trasero abollado. Ha sufrido tres accidentes y en todos ellos, el conductor que lo manejaba, murió. Alcanza los doscientos kilómetros a la hora. Chirriar de ruedas espectacular. Consume gasolina y frustraciones de aquel que coge el volante y desea escapar de su realidad. Interesados, contacten con el sentido común y que sea este el que decida.

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URGE un jardinero, camionero, sacerdote, abogado o cualquier otra profesión que a priori no dé pie a vaciar cargador de armas de fuego. Excepcional oportunidad para desarrollar una historia excepcional y ambiciosa, llena de mejoras y promesas de futuro. Cambios de giro en el relato a negociar. Imprescindible ser legal neutral y tener una personalidad que no desencadene en una histeria incontrolable. Candidatos con pasado oscuro abstenerse.

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COMPRO ideas ingeniosas para salir de una historia complicada, desenlaces que no rallen lo inverosímil, diálogos literarios en condiciones, caracterización de personajes, metáforas, juegos de palabras, tramas y sentidos del texto. Precio a convenir según la calidad de lo que se ofrezca.

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SE BUSCA una jarra de limonada recién hecha, un álbum de fotos del inconsciente, una amapola arrancada de un matorral junto a una carretera, una pecera sin peces, un atardecer atípico pero sin tanto calor, una armería que quedó en desuso, intenciones por no manchar de sangre las baldosas de la cocina. Recompensa a aquel que pueda ofrecer una pista sobre sus paraderos.

15 julio 2010

El vampiro (Heinrich August Ossenfelder)




Mi amada doncella se aferra,
inflexible, estricta y firme,
a todas las viejas enseñanzas
de una madre siempre veraz,
igual que las gentes del portal de Theyse,
con la fe de los hayduck,
creen en los vampiros inmortales.
Pero mi Christine, tú te demoras,
y mis amores esquivas,
hasta que yo mismo me vengue
bebiendo a la salud de un vampiro
y brinde como un pálido reptil.

Y mientras estés soñando,
te iré a buscar reptando
y de la sangre vital te vaciaré.
Y tú, te quedarás temblando
pues yo te estaré besando,
y el umbral de la muerte cruzarás
temerosa entre mis fríos brazos.
Y al final te preguntaré:
frente a tal iniciación,
¿qué son los ensalmos de una madre?

14 julio 2010

Parpadeos -31 (Melancolía)




Ya lo dijo Marcel Proust: "No hay melancolía sin memoria ni memoria sin melancolía". Lo dijo sin mirarse al espejo. En su oscura habitación, aislado del bullicio de París entre paredes de corcho y café, Proust saldaba cuentas con su madre, muerta, sobre una pila de folios que olían a nuez moscada. París se movía con frenetismo y Proust había estampado su reloj contra el suelo. Espejos y café: para acercarse al olor a jazmín, a flor de lis, a tormenta de verano, a caracola aventurera. Proust se encerró en una habitación de París evocando recuerdos, melancolías. Hizo puré con un pasado, y le añadió gotas de fragilidad. Tú, añades vasos de agua sin sal junto al ordenador. No tienes encorchadas las paredes: a lo mejor una tarde abres la ventana y hueles a mar.

Espejo sin limpiar por cariño a las huellas que quedaron marcadas sobre el cristal. Una simple estrofa de una canción; quizá, un dibujo, una foto, una intención; un pensamiento que se vuelca sobre los ojos, y de ahí flota en algún punto indefinido del salón. Y todo se revuelve como las algas entre tus pies. Saldas deudas con el pasado. ¿No las saldas? Sea como fuere, la arena sale de tus oídos y tapona la rutina. Desagüe de noches sin brisas contra la sábana, mojada y arrugada. Noches de luna afilada, orillas contorneadas por las azoteas de Madrid. Mientras tanto, Marbella, encerrada en la habitación de Proust; mojada en el mismo café donde se mojan las magdalenas. El pasado disfrazado de garfio. Una canción que sabe a sardina a la brasa; que te hace sentir el fuego de la arena sobre las plantas de tus pies. Te ocultas de un París que no reconoces tuyo. Transición. El espejo sigue sin limpiarse. ¿Para qué coño hay que limpiarlo? ¿Para qué? Sucio quede, almacenando huellas de dedos y rostros sudorosos, o quizá divertidos.

Una playa, una avioneta rallando el azul cobalto de Marbella, un cubo rebosante de pequeños cangrejos; sumergirte en el salitre, temeroso de una boya verde que gobierna mar adentro. Respirar pescado, comer conchas vacías. Sumergirte en el agua. Hundirte hasta tocar el barro, y descubrir que en la superficie hay una atmósfera de chapoteos. Pieles morenas que repasan las hojas de un ordenador, del mismo modo que la madre de Proust anduvo por sus manuscritos, en aquella oscura, encorchada y fría habitación en el número 102 del Boulevard Haussmann. Pompas de erizo brillante, que resuenan como los motores de un pesquero rumbo al ocaso de otra tarde de verano, de primavera, o de otoño; y si me apuras, de invierno. Dátiles que se precipitan al suelo, y que dejan una estela de gambas a la plancha, de batir de ola, de helado a medio derretir. Espejo, parte esto en dos.

Proust escribió con más talento que tú. Se encerró y saco siete volúmenes de "En busca del tiempo perdido". Buen título, apropiado. Evocó, escribió y se reclinó sobre su silla, rodeado de magdalenas, café, corcho y un París que él prefería verlo implosionar. Tú, terminarás esto y seguirás dando ese paseo, que te prometes a ti mismo antes de dormir, por la orilla del mar, entre la luna y Madrid, más allá de la noche, donde reside el pasado, y las sardinas y el orujo recién extraído de la aceituna.

Tienes memoria, ¡claro que sí! Tienes memoria y una playa donde sacudir el sudor y cambiarlo por salitre. Y la añoras; a ella y a todo lo que la acompañaba.

11 julio 2010

Un sueño que se ha hecho realidad





Faltaban unos pocos minutos para que acabase la prórroga y fuésemos a la lotería de los penaltis. Todo el partido gritando, aferrado a la botella de cerveza como una representación de un santo aferrado a las Sagradas Escrituras. Sudaba mi camiseta, mis pies y la cara era de agua. Casi ciento veinte minutos gritando, aplaudiendo, estrujando las manos y fumando con cortas bocanadas de humo. Y llegó él, de Albacete, con el pelo rapado. Apareció tras un pase fenomenal de Cesc, y de tiro cruzado fusiló al meta holandés, uno de los destacados del partido. Fusiló a Holanda, y todos en el bar saltamos, nos abrazamos y lloramos.

Quizá no hayamos hecho muchos goles, Fernando Torres haya estado desaparecido, los árbritos (en especial este) nos hayan maltratado. Pero todo eso da igual.

HEMOS GANADO LA COPA DEL MUNDO DE FÚTBOL. El fútbol es mi pasión desde pequeño, y España ha sido siempre mi primera opción sobre los demás clubes. He sufrido mucho todo este tiempo. En el 2008 una alegría al fin; y ahora, un sueño hecho realidad. Uno de los mejores momentos de mi vida, porque aunque me tachen de forofo, pasionario del fútbol y demás, ME DA LO MISMO; el fútbol me da de comer. Alimenta mi entusiasmo y mi pasión por unos colores que siempre amaré.

¡VIVA ESPAÑA!

¡VIVA EL FÚTBOL!

06 julio 2010

Gafanhotos - 8 (Sudor, miel y motor)




Sudor.
Sudor, miel y un motor.
Sol que se pega con otro sol
en una cerilla con asfalto,
rodeada de otros,
con aire acondicionado.
Y sudas.
Una sombra que traiciona
en un stop empalagoso.
Cubre la marcha corta
porque has de sentir el picor.
¿Zumbó la colmena?
Calor, sudor, una onda en la piscina.
Piscina que hierve, que araña;
que te arropa con una manta.
Gruesa y de lana. Que sabe a miel.
Y compras un tarro de tu sudor.
O eso, o frenar de golpe en el aslfato.
Asfalto que se pega a la cuchara,
que resiste al aguijón.
Sudor sin ruedas.
Nada de aire, y se derrite el motor.

02 julio 2010

Cuestionario no tradicional (Mario Benedetti)




¿Qué piensa del frío?
¿Qué ha influido más en su obra literaria? ¿la lucha de clases? ¿garcía márquez? ¿el ron en las rocas? ¿el colesterol? ¿el grupo de chicago? ¿lo real maravilloso? ¿los pezones morenos? ¿el estructuralismo? ¿el churrasco? ¿dios? ¿el kh3?
¿Cuál es su odio más amado? ¿padece de insomnio en la siesta?
¿Qué opina del páncreas?
¿Es usted soltero casado divorciado viudo homosexual impotente? (favor de subrayar la o las palabras que corresponden a su estado actual)
¿Algún niño le ha impulsado alguna vez a encarar seriamente la reivindicación de herodes?
¿Cuál es su dolor preferido?
¿Ha codiciado alguna vez a la mujer de su prójimo? ¿y qué tal?
¿De cuál de las galaxias se siente más distante?
¿Alguna vez ha escrito poemas con tinta violeta?
¿Por qué razón o razones no se ha suicidado?
¿Bosteza cuando revisa sus pruebas de galeras? ¿o sólo cuando revisa las de páginas? ¿o por ventura no bosteza?
¿Qué opina del diptongo en general? ¿o de algún diptongo en particular?
¿Cuál es su violín de ingres? ¿la cocina? ¿la rabdomancia? ¿el tiro al blanco? ¿acaso el violín?
¿Podría nombrar dentro de su última obra algún caso de analepsis interna heterodiegética? ¿curable o incurable?
¿Le agrada tomar whisky a la hora del ángelus?
¿Considera que la demencia puede ser un factor de alienación?
¿Es partidario o enemigo de la diéresis?
y por último ¿quién cree que no es? ¿de dónde no viene? ¿a dónde no va?