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30 enero 2008

La biblioteca de la Madriguera




Si no era suficiente con un blog, ¡pues ahora me lanzo a por el segundo! El motivo de este correo es anunciaros a los seguidores de la Madriguera que he abierto un nuevo espacio de blog, pero esta vez con una temática centrada; no como esto, que parece una revista de definición imposible, mensual y poco localizada.

El nuevo blog se llama La Madriguera de los Lectores, y es un guiño a la lectura. En él iré comentando aquellos libros que me fui leyendo y que, de un modo u otro me aportaron algo. Y quiero compartirlo con la gente que quiera, y a su vez tenerlo yo como recuerdo, porque cada libro, cada hoja leída, es una experiencia marcada a un recuerdo, con o sin música de fondo. Espero que os guste, y que no dejéis de lado la Madriguera del Zorro, que seguimos dándolo todo señores.

La dirección de la Madriguera de Lectores es: http://madriguera-lectores.blogspot.com


Un saludo a todos

29 enero 2008

Dardos: Go to Benidorm!




Por tercer año consecutivo 3/4 de lo Quinto, un equipo de dardos que nació desde la amistad de un grupo de amigos, con el único propósito de divertirse, y posteriormente el de no dejar una cena sin acabar, consiguió clasificarse para el Campeonato Nacional de Dardos Electrónicos de 501, que se celebrará este año en Benidorm.


Ése es el titular de este posteo. Y es que me siento muy feliz, muy contento, y sobre todo muy orgulloso por mis compañeros y su gran esfuerzo en alcanzar la fase final. Si hubiera tenido que ser por mi moral ahora mismo estaríamos peleando por no haber quedado los últimos; sin embargo ellos siempre creyeron en esto, y uno aunque mantenía la ilusión, lo veía francamente imposible. Era un grupo duro, áspero, peleón, incluso irritante; equipos con jugadores que mínimo daban una diana por ronda en el mejor de los casos, partidas de medias de 25 para arriba como algo casi normalizado. Y entre tanta vorágine de cracks y frikis darderos, nosotros peleándonos contra todos, ganando unas veces, cayendo estrepitosamente las otras. Pero sin dejar de apretar los dientes, y con la veteranía que da el saber afrontar con orgullo las derrotas y con sencillez las victorias.


La temporada ha sido irregular y variopinta para cada uno de los componentes del equipo. Y más o menos nuestra línea de actuación fue la siguiente, uno a uno:


- Álvaro se quedó sin el top gun, pero sigue demostrando partida a partida lo determinante que es, y que sin él hubiera sido mucho más difícil llegar ahí arriba; habrá que ir pensando acerca de su renovación. Y poco más que añadir sobre este gran jugador y mejor persona; siempre intentando superarse así mismo, nunca tiene una mala palabra para nadie del equipo, aunque le hagamos Frozen como si no hubiera mañana. Se ha ganado merecidamente la reputación en el barrio que tiene.


- Luis Alejandro no ha tenido una racha continua, regular; tenía noches de calidad y deslumbre, y otras de inseguridad y bajas puntuaciones. Aún así, su manera de complementarse con cada una de sus parejas ha sido vital en muchas partidas. Nunca daba una partida por perdida, y apretaba los dientes hasta el final; eso ha logrado muchas veces sacar petróleo. Su constancia, aunque se le dé mal una ronsa, es su mejor baza.


- Miguel David ha experimentado un ligero bajón n su juego, pero eso es algo que a nadie del equipo preocupa, porque fases así pasamos todos alguna vez, y este zurdo de disparo seco y duro volverá por la senda de las grandes partidas que siempre le ha caracterizado; pero incluso en partidas malas ha tenido destellos de gran calidad, como ayer en la primera partida, en la que se emparejó con confianza con Álvaro, y que perdieron por ser mejor el rival. Junto con Alberto sus ánimos en los momentos difíciles han ayudado en muchas partidas.


- Alberto ha dado claros síntomas que empieza a volver a ser aquel muchacho complicado de ganar, que en el pasado tanto nos daba por saco en aquellas pachangas; ha subido media y ha castigado en muchísimas partidas, con un trabajo de bajada de puntos increíble, con partidas muy profesionales, y sobre todo con un componente anímico y moral dentro del equipo elogiable. Y creo que aquí no termina el crecimiento; queda mucho Alberto por redescubrir.


- Y en cuanto a mí, pues más de lo mismo de años anteriores. El eterno segundón de 301/501 del equipo, tras el gran Álvaro, con mi 20 de media de toda la vida, sin hacer demasiado ruido. Este año ha sido muy irregular para mí, haciendo partidas realmente buenas y cayendo en medias ridículas partidas después. Días en los que la diana es muy castigada y otros en los que apenas le doy, y tengo que ir al 19 como si no hubiera mañana. En mi deseo renovado sigo con la esperanza de algún día plantar cara a Álvaro y poder subir un peldaño en la evolución dardística.



¿Nota para todos? Pues la única que se merecen mis compañeros, un 10; un 10 por profesionales, por buenos compañeros, por mantener siempre la ilusión, por las ganas, por apretar el culo cuando hacía falta, por los ánimos y las cargas de moral, por los buenos y malos momentos, ¡¡y porque nos vamos a Benidorm!!


Y como siempre, un 10 para la afición incondicional de 3/4 de lo Quinto, que nunca se han perdido ninguna de nuestras partidas. Siempre ahí con nosotros, aplaudiendo cuando hacía falta, animando cuando alguno caía en enfados, comentando la jugada, mostrando cercanía, hacernos ver que nunca hemos estado solos. Ellos también han tenido mucho que decir - de nuevo, cómo no - en el éxito del equipo. Mi mayor aplauso y admiración por su cariño y dedicación. Incluso Hugo, el factor gafe del equipo, al menos para mí.


Gracias a todos, y como siempre he dicho, tanto para bien como para mal, antes que equipo, somos una panda de colegas; que nunca se nos olvide. Se os quiere.

28 enero 2008

Vidas en Sueño - 4 (Pasión de Chocolate)





El bullicio de gente, que atropelladamente se movía, en un carrusel de impulsos y precipitaciones, de un escaparate a otro, causó en Ángela sensación de agotamiento. Unido al estrés, decidió darse una tregua en el maligno mundo de las rebajas, y se dirigió a una cafetería, que a pesar de estar frecuentada, una podía pasar sin apretujones; incluso intuyó que era el único sitio posible para realizar una conversación sin tener que alzar la voz demasiado.

Dejó en una silla las bolsas de las diversas tiendas donde gastó su dinero, y se sentó en otra silla, justo enfrente de las bolsas, planteando un enfrentamiento ficticio, retando con la conciencia su manera caótica de comprar, y el poco ahorro que del dinero hacía. "Total, las rebajas no son todos los días", se atrevieron a susurrar las bolsas de plástico; Ángela las fulminó con la mirada, y girando el cuello dio por terminado el debate.

Al cabo de uno minutos un camarero se aproximó hasta su mesa. Era un chico joven, sudoroso y ligeramente tímido, aunque por su expresión facial era de esas personas que inspiraban confianza. Éste, siendo objeto de la mirada neutral de Ángela, se llevó la mano al pelo y lo echó hacia atrás. Después dejó entrever una sonrisa incómoda y esperó el pedido de su clienta.

- Me gustaría tomar un Ballantines con Sprite por favor - dijo con la mirada relajada hacia un punto indefinido del local
- Lo siento señorita, pero no servimos bebidas alcohólicas - contestó con un ligero temblor en la voz, como temiendo una bronca de un momento a otro.
- Pues menuda cafetería - resopló paciente -. Está bien, ¿y qué me aconsejas?
- Pues puede tomar café de cualquier tipo
- Saltémonos la lista de cafés. Otras sugerencias.
- Puede tomar un helado, son todos caseros.
- Creo que optaré por esa opción, me has convencido - y le guiñó un ojo cómplice -. Tráeme el que más te guste.
- A mí me gustan todos - se revolvió nervioso el muchacho, tembloroso, incómodo.
- Pues entonces tráeme el más caro.
- Está bien, le traeré el Banana Split.
- No tengo tanta hambre - se anticipó a la huida precipitada del camarero con el pedido -, mejor que sea el segundo más caro.
- Ok, "Pasión de chocolate", ¿se lo traigo? - dijo mientras jugueteaba con el bolígrafo y la libreta
- Sí, me gusta el nombre. Trae ése.

Mientras el helado llegaba, Ángela se atusó el pelo y se lo acarició por las puntas. Poco a poco la presión de las masas iba desapareciendo de su cabeza, y notaba sus músculos relajarse poco a poco. Estaba cómoda en aquel sitio, rodeado de humo y con voces y pisadas de fondo. Había logrado aislarse en un microuniverso de calma y de nada. Vio llegar al muchacho con el helado; a pesar de su nerviosismo, manejaba con pericia la bandeja, esquivando a niños-cohete, contorneándose a la hora de pasar por un sitio estrecho, y sin perder el pulso firma de su mano izquierda. Una vez llegado hasta la mesa, y con una sonrisa bastante calmada, dejó el helado en la mesa. "Que lo disfrute, y no deje que se enfríe el chocolate líquido", dejó escapar entre sus labios, en un evidente protocolo, y se dirigió a una mesa lejana a recoger otro pedido.

Una vez se fue, ella cogió la cuchara e hinco la misma en aquella masa enorme de helado de chocolate con una capa de chocolate líquido por encima. Inspeccionó con la vista el trozo, y se lo llevó a la boca. De pronto sus ojos se abrieron en una señal de alerta; ¡quemaba aquel chocolate líquido! Abrasó con delicadeza su paladar y su lengua, y los hizo más sensibles cuando la fría crema helada se mezcló, en una explosión de contrastes. Eran tan dulce aquel bocado, tan tierno, que al derretirse el helado en su boca notó una calidez en la misma, que relajó de improviso su mandíbula. Y el paso de la boca al esófago de aquella crema mezclada fue tan excitante que el corazón comenzó a bombear con fuerza; tanto que su mirada se perdió en un pasado risueño y alegre. Sus fosas nasales se dilataron, sus orejas se encendieron, y noto un creciente calor por el pecho, excitante, poderoso, maravilloso.

Miró aquel plato, e hinco la cuchara, relamiéndose como un niño hambriento al llegar de la escuela. Y de nuevo aquella experiencia se repitió. Se paró el tiempo, y no era capaz de distinguir el bullicio de sus propios suspiros encendidos. Se llevó la mano al pecho, para comprobar los látidos compulsivos de su corazón. "Qué me está pasando", dijo fascinada. Degustó con suma calma aquel nuevo bocado dulce, convirtiendo cada movimiento de la mandíbula en un paso de vals. Y otra, y otra cucharada, y el calor iba subiendo, y el calor-frío que aplicaba aquel helado acentuaba la sensación de relax. Desfogada en la causa, miró con pasión cada uno de los trozos que se llevaba a la boca. Sus labios, disfrazados de rojo carmín se apretaban con impaciencia cuando la cuchara estaba fuera de su boca, y se humedecían y dilataban cuando rozaban el metal de la cuchara y su contenido.

Aquella experiencia de placer escondido terminó con la última cucharada, pero sus papilas gustativas se habían aprendido de memoria aquel sabor, y aún habiendo terminado el helado, estos remitían aquel calor, aquel frío, aquella explosión, aquellos sentimientos encendidos.

Satisfecha consigo misma y con la magia del momento, sacó de su bolso un cigarro y se lo encendió como si fuera lo último que iba a hacer antes de caer desplomada al suelo del local. Dio una calada intensa, expulsando en un filo hilo el humo aspirado. Se recostó en la silla, y poco a poco fue notando cómo el riego sanguíneo volvía a la calma, cómo el zumbido en sus oídos menguaba, y cómo aquella esencia que la atrapó la iba liberando. Sin embargo en su rostro quedó impresa una sonrisa complacida. Una vez terminado el cigarrillo, llamó al camarero y le pagó, dejando una propina generosa.

Y con el vello erizado, las piernas relajadas, la frente alta, recogió las bolsas con energía y avanzó hacia el parking. Aún podía recordar aquella textura, aquellos contrastes, aquella pasión de chocolate.

14 enero 2008

Vidas en Sueño - 3 (Sueño de Luna)




Aroma de pólvora quemada fue lo primero que percibieron mis sentidos cuando salí a la calle a contemplar la madrugada del nuevo año. Decenas de petardos, cohetes, y alguna que otra bocina de aire a presión rellenaban la noche transitoria del 31 de diciembre al 1 de enero; noche despejada, de luna redonda y brillo plateado suave, aderezada con un mosaico de estrellas. A pesar de no haber movimiento de aire alguno podía sentir como la noche me abrazaba en secreto, con un suave balanceo, invitándome a fundirme con el enigma del universo a cambio de una simple contemplación del infinito.

Siempre fui un tipo solitario, asocial por convicción, amante de los anti-protocolos, despistado y caótico. No esperaba nada del mundo, no entendía el significado de la palabra cariño, y ni mucho menos esperaba alguien que me comprendiese. Disfrutaba de la noche como si fuera la primera vez, y no concebía la generosidad de compartir una noche. Sólo la Luna y yo, yo y la Luna; la plata y el acero, el acero y la plata. Era una coalición de mentalidad afrodisíaca. El resto sobraba.

Aún sentía en mi garganta las doce uvas ingeridas con celeridad, como un bloque de cemento que se resistía a ser pulverizado a gravilla. Curiosa tradición, la de empacharse en menos de 15 segundos con un racimo de 12 uvas. Siempre previsor, antes de las campanadas mi ración de uvas estaba escrupulosamente preparada, sin pepitas y sin pellejo; pero de comer lento y taimado, aquel momento estresante ponía a prueba mi sentido del humor muchas veces. Luego un brindis con sidra; varios brindis y muchos besos y abrazos opacos. Algún que otro matasuegras taladrando mi oído, y el incordio del programa televisivo post Campanadas, con el siempre incombustible Raphael y su piel al máximo estirada. Fue en ese momento cuando decidí salir a la calle, y felicitar a quién siempre ha estado junto a mí en la más profunda austeridad, y a su vez majestuosidad: felicitar a la noche y a la luna.

Faltaba una amiga, pero estaba lejos, reventando contra la fina arena experiencias de mil barcos, devolviendo a la tierra lo que el infinito desea compartir con nosotros, coleccionando pisadas temporales que por algo nacieron. Mi amiga no me necesita, pero me comprende, y yo sin embargo me quedo pasmado delante suya, dejando pasar horas. La mar, verde, azul, negra, gris, y esta noche de luna generosa, plateada, me dedicó en secreto su mejor aroma de sal y brisa marina; o eso al menos quise creer yo cuando hasta mí llegó lo que parecía su abrazo.

La gente pasaba frente a mí, abrazándose, besándose, mirándome con curiosidad y alegría de alcohol, y yo, con mi mirada proyectada a la oscura bóveda, viajaba con billete de ida y vuelta, como otras tantas noches, al brillo plateado, y me bañaba en él. Esos primeros minutos, como todos los años anteriores, los quería disfrutar con la noche, con la magia que muchos sabios aún no han logrado descifrar del todo. Aquel embrujo me arrancó una sonrisa torcida, angustiada y a la vez alegre; agridulce combinación de sentimientos estrellándose contra la estratosfera. El frío y un leve toque en mi hombro - de una persona anónima - me sacó del trance, y la luna prometió, como cada año, plata y solemnidad.

- Ha quedado muy buena noche - dijo aquella muchacha, que se había apartado del grupo de amigos con el que iba
- Sí, la verdad es que no nos podemos quejar - contesté con desgana.
- Por cierto, ¿tienes fuego? - preguntó al ver mi cigarrillo en la mano izquierda.

Saqué del bolsillo del abrigo un mechero, y extendiendo el brazo se lo ofrecí. Ella, con el cigarrillo en la boca lo aceptó con una sonrisa sincera y tras varios intentos logró hacer brasa con el cilindro cancerígeno. Dio una calada corta, expulsó el humo hacia un lado, y encontré su mirada; abierta, sincera, penetrante. Cinco segundos que pasaron como una eternidad; silencio forzado entre actos que nos supo cómodos, como si aquello fuera lógico. La observé con detenimiento, como el que se encuentra con el misterio, y poco a poco noté cierta inquietud interna; ojos brillantes y abiertos, melena morena suelta y generosa, tez ligeramente aceitunada, labios carnosos, nariz redondeada, vestido negro que se ajustaba perfectamente a sus piernas esbeltas, las cuales terminaban en unos tacones negros, brillantes y preciosos. Y escuchaba cómo alguien picaba granito en la cantera.

Luego di una calada a mi cigarro, manteniendo la mirada y una falsa calma, y ella rompió el silencio, devolviéndome el mechero.

- No me he presentado. Me llamo Alicia, no soy de este barrio, y también soy amante de la noche; como tú.
- ¿Bohemia?
- Simplemente lunera - y de su rostro moreno brotó una sonrisa amplia
- Yo me llamo Julio, soy de este barrio, odio a Raphael, echo de menos el mar, y además de la luna he encontrado un brillo mágico que no puedo dejar de mirar con gran interés.
- ¿Te refieres a mí?
- Tus amigos se empiezan a ir - dije, señalando hacia el grupo, que seguía con gran alborozo lanzando confetis. De repente, por un instante, me arrepentí de aquella respuesta.
- ¿No quieres contestarme? - dijo Alicia, clavando su mirada en mí, esperando alguna reacción, una timida sonrisa, un pestañeo.

No contesté, me quedé paralizado ante aquella pregunta, sabiendo que mi silencio confirmaba su teoría. Un sudor frío asomó por mi frente, cayendo por la misma en un filo hilo delatador. Aquella muchacha sonrió, y sacando un pañuelo del bolso, con una ternura que me erizó el vello, secó el sudor de mi frente. Podía sentir el vaho de su aliento, podía sentir su perfume, podía sentir el sabor de sus labios; podía sentir como mis principios estaban derrumbándose cuando la agarré del brazo, y la sentí estremecerse. Sus pupilas se dilataron, y las mías debían estar en ebullición. Otros diez segundos parados, en silencio, respirando entrecortadamente. Me acerqué a sus labios, carnosos y sabrosos, totalmente a la deriva de mis certidumbres; ella también se acercó. Dos rostros con unos pocos milímetros de separación; podía sentir perfectamente su respiración, nerviosa y agitada. Se me volvió a erizar el vello y se me tensaron todos los músculos del cuerpo cuando mis labios se fundieron con los suyos, en un baile de pasión y suspiros encendidos.

De pronto nos separamos, sin soltarnos del brazo. Cruce de miradas con aroma de sorpresa, batalla de sonrojos, y de nuevo otro beso. Se cayeron los cigarrillos al suelo cuando la agarré por la cintura y ella entrelazó sus brazos por mi nuca. No sé el tiempo que estuvimos besándonos, pero cuando terminamos aquel segundo beso, sus amigos se habían ido.

- Ven, vamos a bailar. Me apetece mucho - dijo Alicia con el rostro totalmente iluminado
- No sé bailar.
- Está bien, yo te enseño a bailar y tú me enseñas a contemplar la luna con el mismo cariño y pasión conque lo hacías antes - contestó con un guiño cómplice de su ojo.

Asentí, sorprendido conmigo mismo. "Besando a una chica, yendo a bailar, compartiendo la Luna; ¿en qué me estoy convirtiendo?", pensé para mis adentros, con cierto desasosiego, sin dejar de coger su mano derecha. Y como un eco, como un susurro extendido por una ligera brisa marina, hasta mis oídos llegó el canto de la Luna:

"En un soñador, te estás convirtiendo en un soñador"